(Continuación de Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte I)
¿Por qué ocurre todo esto? Porque del hispanohablante medio puede decirse, grosso modo, que hoy actúa como traductor, pero como una especie peculiar de traductor: el que no traduce. La cuestión es, siendo este el retazo de ciencia de esta entrada, que algo semejante ocurre con el especialista. Nos guste o no, lo cierto es que hoy el lenguaje científico en español es en buena medida el resultado de un proceso de traducción a partir del inglés.
No obstante, lo que aquí me gustaría denunciar es que muchos de los extranjerismos que se asientan finalmente en la lengua tienen su origen, simplemente, en malas traducciones. En realidad, todo extranjerismo es el resultado de una traducción fallida, por error o por omisión, con intención o sin ella. Es cierto que a veces la mejor o la única solución es utilizar un préstamo o calco, lo que parece más discutible es la tendencia excesiva que se observa a valernos de dichos argumentos para sustentar la previsible conclusión de que está justificado aceptar el anglicismo. Esto no es así pues parece que el mero hecho de que muchos hablantes usen ya un extranjerismo impide usar el equivalente autóctono. Ante esto habría que recordar que, por muy implantado que esté el extranjerismo, muchas veces es técnicamente correcto emplear el sinónimo nativo.
¿Qué revela esta situación? Ni más ni menos una gran falta de confianza en la capacidad de los hablantes para generar lengua de manera autónoma. Incluso cuando hoy se crea un organismo internacional en inglés, una “authority” o “agency”, por ejemplo, se tiende al calco: autoridad, agencia, por temor a que una denominación más “castiza” (organismo, junta, oficina, etc.) no “prolifere”.
Y así, seguimos bebiendo de la vitalidad de otra lengua sin dar muestra alguna de la creatividad léxica del español, entregándonos por completo al influjo del inglés. De este modo, la fascinación por el prestigio del inglés nos conduce el desinterés por la propia lengua y la caída de ésta en el desprestigio.
Me gustaría terminar aclarando que no tengo nada en contra de la lengua inglesa, de hecho, por motivos tanto personales como profesionales es posible que haga tanto uso de ella como del castellano. No estoy criticando el uso de la lengua inglesa, estoy criticando del uso que de ella se hace para destruir la nuestra propia. Sólo los hablantes que conozcan ambas lenguas podrán hablar inglés O castellano, mientras que la inmensa mayoría, desconocedores tanto de la extranjera como de la suya propia, no hablarán ni la una ni la otra, sino una mezcla sin razón de ser.
Para lectura adicional:
Interferencia lingüística y traducción
¿Pierde el traductor su papel o ha perdido los papeles?*
Fco. Javier Muñoz Martín y María Valdivieso Blanco**
"Biotecnología: la lucha contra el ¿bioqué?" es sin duda la mejor manera de describir este blog, en el que no sólo se llevará a cabo un acercamiento de la Biotecnología a una sociedad que, aun dependiente de ella y a menudo sin saberlo, la desconoce, sino también el desmentimiento de los muchos falsos mitos que circulan sobre ella.
- Biotecnología
- ¿Bioqué?
- Biotecnología
- ¿Bioqué?
- Biotecnología
martes, 14 de diciembre de 2010
Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte I
En esta ocasión, nos alejaremos ligeramente de los temas “bio” tratados en este blog para discutir un problema que atañe no solo a las ciencias biológicas, si bien en ellas alcanza niveles escandalosos, sino a la ciencia en general e incluso más ampliamente a todo hispanohablante. Este problema no es otro que el maltrato del que la lengua castellana es actualmente objeto, por parte de la gran mayoría de los usuarios de la misma, en favor de la “lengua universal”: el inglés.
Salta a la vista que una de las manifestaciones inmediatas de la actual hegemonía política, económica, técnica y cultural del mundo anglosajón o, mejor dicho, de Estados Unidos como gran potencia mundial es la creciente y polifacética presencia del inglés en las sociedades no anglófonas.
¿Y a qué se debe esta “permeabilidad” de los no angloparlantes? Sin duda no podría darse un único motivo, pues se trata de un conjunto de factores, pero uno de ellos, quizás el principal, es la asociación de la “cultura” norteamericana a valores positivos como modernidad, futuro, progreso, innovación o éxito. Por supuesto, hay que tener además en cuenta que la hegemonía de la lengua inglesa se produce en un mundo en el que se incrementan las relaciones entre sociedades, culturas y países en un grado hasta ahora desconocido.
Como resultado inmediato de todo ello, cae sobre el español (como sobre muchas otras lenguas) un alud de anglicismos de todo tipo. Y los propios hablantes en general, sean o no doctos en inglés, están sujetos a esta influencia a través de innumerables canales.
Así la sociedad se va acostumbrando a oír, leer, hablar y escribir cada vez más en inglés, lo cual sería positivo si con ello no se convirtiera (y se puede) el castellano en poco más que un derivado anglicado. Este problema aparece cuando una gran mayoría de hispanohablantes, consciente y/o inconscientemente, difunde de forma injustificada (principalmente por ignorancia) la lengua o terminología inglesa y prescinde sin empacho, y hasta con orgullo de la suya propia, dejando al castellano totalmente impregnado de anglicismos, hasta un punto para muchos insospechado.
Y de esta forma, el mismo hablante que rechaza una incorrección intralingüística, por ejemplo, un vulgarismo como “me se ha caído”, admitirá sin dificultad llamar “bullying” o “mobbing” a ciertas formas de acoso y “espónsor” a un patrocinador y preferirá hablar de la “America’s Cup” en lugar de la Copa del América o de “holding” en vez de asociación de empresas, o de” handicap” en vez de obstáculo o desventaja.
(Continuación en Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte II)
Salta a la vista que una de las manifestaciones inmediatas de la actual hegemonía política, económica, técnica y cultural del mundo anglosajón o, mejor dicho, de Estados Unidos como gran potencia mundial es la creciente y polifacética presencia del inglés en las sociedades no anglófonas.
¿Y a qué se debe esta “permeabilidad” de los no angloparlantes? Sin duda no podría darse un único motivo, pues se trata de un conjunto de factores, pero uno de ellos, quizás el principal, es la asociación de la “cultura” norteamericana a valores positivos como modernidad, futuro, progreso, innovación o éxito. Por supuesto, hay que tener además en cuenta que la hegemonía de la lengua inglesa se produce en un mundo en el que se incrementan las relaciones entre sociedades, culturas y países en un grado hasta ahora desconocido.
Como resultado inmediato de todo ello, cae sobre el español (como sobre muchas otras lenguas) un alud de anglicismos de todo tipo. Y los propios hablantes en general, sean o no doctos en inglés, están sujetos a esta influencia a través de innumerables canales.
Así la sociedad se va acostumbrando a oír, leer, hablar y escribir cada vez más en inglés, lo cual sería positivo si con ello no se convirtiera (y se puede) el castellano en poco más que un derivado anglicado. Este problema aparece cuando una gran mayoría de hispanohablantes, consciente y/o inconscientemente, difunde de forma injustificada (principalmente por ignorancia) la lengua o terminología inglesa y prescinde sin empacho, y hasta con orgullo de la suya propia, dejando al castellano totalmente impregnado de anglicismos, hasta un punto para muchos insospechado.
Y de esta forma, el mismo hablante que rechaza una incorrección intralingüística, por ejemplo, un vulgarismo como “me se ha caído”, admitirá sin dificultad llamar “bullying” o “mobbing” a ciertas formas de acoso y “espónsor” a un patrocinador y preferirá hablar de la “America’s Cup” en lugar de la Copa del América o de “holding” en vez de asociación de empresas, o de” handicap” en vez de obstáculo o desventaja.
(Continuación en Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte II)
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Juventud inducida
La eterna juventud, ideal que siempre ha obsesionado al hombre, podría no ser tan quimérico como en principio cabría esperar. Hace unos días se publicaba que un equipo de científicos ha conseguido dar “marcha atrás” a la degeneración consecuencia del envejecimiento en tejido de ratón. Aunque por desgracia en el artículo no se pormenorizan los detalles del trabajo, parece estar basado en la activación de la enzima denominada “telomerasa”.
Cuando una célula se divide ha de duplicar su ADN y, como es comúnmente conocido, en células eucariotas el ADN se encuentra en forma lineal componiendo los cromosomas. Pues bien, en cada división o duplicación de ADN, por motivos que no comentaré en este post, el extremo de los cromosomas no puede ser replicado, faltándole al nuevo cromosoma un fragmento que el “original” sí tenía. Esto significa que, con cada división de la célula, sus cromosomas se van acortando, hasta que se pierde información (ADN) vital para la supervivencia celular y ésta muere. Es decir, en principio, una misma célula sólo puede dividirse un número limitado de veces.
Aquí es donde entra en juego la telomerasa, la cual es en realidad una ribonucleoproteína, es decir, un complejo formado por proteínas y ARN que en este caso posee actividad catalítica, sin embargo la denominaremos “enzima” por comodidad. Pues bien, esta enzima, que no se encuentra en células somáticas “normales”, es capaz de “rellenar” ese hueco de los nuevos cromosomas que se van formando, no perdiendo éstos por lo tanto información con respecto al “original”. De esta forma, una célula con este enzima tiene la capacidad de dividirse de forma indefinida.
Los científicos responsables del descubrimiento afirman que la activación de este enzima regenera la funcionalidad de tejidos degenerados a causa de la edad, y ahí se centra su trabajo, cuyo resultado, como ellos mismos afirman, es incierto aunque de momento hayan conseguido restaurar la juventud fisiológica.
Me gustaría hacer el inciso de que este enzima está activa de forma natural en células embrionarias, pues de su división se han de originar el resto de tejidos, por lo que no pueden tener un “número límite” de divisiones. No obstante, y he aquí lo peligroso, este enzima también se encuentra invariablemente presente en células cancerosas. De hecho, sin esta enzima, en principio, no existiría el cáncer, pues cuando una célula se volviese cancerosa su limitado número de divisiones le impediría formar el tumor. Por lo tanto, ha de valorarse el trabajo de estos investigadores dado que “jugar” con este enzima no sólo te puede llevar a la “juventud”, sino a una proliferación neoplásica descontrolada.
Cuando una célula se divide ha de duplicar su ADN y, como es comúnmente conocido, en células eucariotas el ADN se encuentra en forma lineal componiendo los cromosomas. Pues bien, en cada división o duplicación de ADN, por motivos que no comentaré en este post, el extremo de los cromosomas no puede ser replicado, faltándole al nuevo cromosoma un fragmento que el “original” sí tenía. Esto significa que, con cada división de la célula, sus cromosomas se van acortando, hasta que se pierde información (ADN) vital para la supervivencia celular y ésta muere. Es decir, en principio, una misma célula sólo puede dividirse un número limitado de veces.
Aquí es donde entra en juego la telomerasa, la cual es en realidad una ribonucleoproteína, es decir, un complejo formado por proteínas y ARN que en este caso posee actividad catalítica, sin embargo la denominaremos “enzima” por comodidad. Pues bien, esta enzima, que no se encuentra en células somáticas “normales”, es capaz de “rellenar” ese hueco de los nuevos cromosomas que se van formando, no perdiendo éstos por lo tanto información con respecto al “original”. De esta forma, una célula con este enzima tiene la capacidad de dividirse de forma indefinida.
Los científicos responsables del descubrimiento afirman que la activación de este enzima regenera la funcionalidad de tejidos degenerados a causa de la edad, y ahí se centra su trabajo, cuyo resultado, como ellos mismos afirman, es incierto aunque de momento hayan conseguido restaurar la juventud fisiológica.
Me gustaría hacer el inciso de que este enzima está activa de forma natural en células embrionarias, pues de su división se han de originar el resto de tejidos, por lo que no pueden tener un “número límite” de divisiones. No obstante, y he aquí lo peligroso, este enzima también se encuentra invariablemente presente en células cancerosas. De hecho, sin esta enzima, en principio, no existiría el cáncer, pues cuando una célula se volviese cancerosa su limitado número de divisiones le impediría formar el tumor. Por lo tanto, ha de valorarse el trabajo de estos investigadores dado que “jugar” con este enzima no sólo te puede llevar a la “juventud”, sino a una proliferación neoplásica descontrolada.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Ha elegido usted: Bioetanol
Eso es lo que puede que oigamos en un futuro no muy lejano cuando paremos en una gasolinera. Dada la preocupante situación (tanto económica, política y medioambiental) a la que parecen estar arrastrándonos los combustibles fósiles, en este post trataré de dar a conocer, aunque sea de forma superficial, una de las más importantes formas de biocombustible: el bioetanol.
En términos simples, los biocombustibles son aquellos que se obtienen a partir de biomasa, es decir, la materia que compone a los seres vivos, a partir de una serie de procesos biotecnológicos específicos en función del producto que se desea obtener. Junto con el biodiésel, el bioetanol es el más importante de entre los biocombustibles líquidos, sin embargo hay otras formas de biocombustibles tales como la biomasa sólida y los biogases.
¿De dónde se extrae el bioetanol? Potencialmente, de toda biomasa que contenga glucosa u otros azúcares fermentables. Dado este requerimiento, las principales fuentes de bioetanol son el azúcar de caña o remolacha (sacarosa), cereales y tubérculos (almidón) y madera y residuos agrícolas (lignocelulosa). Los azúcares fermentables que se encuentran en estas sustancias son convertidos en alcohol mediante un proceso de fermentación alcohólica llevado a cabo por ciertas bacterias y/o levaduras. Finalmente, el alcohol es deshidratado y “desnaturalizado” para darle las características necesarias para la que será su función: ser un biocombustible.
Cuando uno explica este tipo de cosas acerca de sustituir el petróleo por productos derivados de los seres vivos, una amplia mayoría viaja a sociedades futuras donde sólo entonces cree que tal cosa es factible. La respuesta es para muchos chocante: no hay que mirar hacia delante, sino hacia atrás, nos vamos a Brasil.
A pesar de que por muchos es considerado un país poco puntero en lo que a términos (bio)tecnológicos se refiere, en los años 30 (sí, 1930) se registra en Brasil el primer uso de bioetanol (a partir de azúcar de caña) como combustible. Gracias al apoyo que ha recibido esta industria desde el momento de su aparición, se calcula que dicho país ha conseguido reducir su dependencia del petróleo desde el 85% al 10% en aproximadamente 30 años. Se estima que tras estas décadas de desarrollo 9 millones de vehículos llevan gasolina con un 20-22% de bioetanol, 5 millones emplean bioetanol puro y todos los vehículos nuevos llevan motores mixtos.
No obstante, desde el año 2005, el mayor productor de bioetanol es el omnipresente Estados Unidos. En este país la principal fuente del biocombustible es el maíz (actualmente algo menos rentable que el azúcar de caña) y se emplea mezclado con combustibles fósiles. Esto es lo que se conoce como "gasohol": gasolina con hasta un 10% de bioetanol.
¿Y qué hay de nosotros? Nosotros también producimos este biocombustible en principalmente cuatro puntos de la península: Cartagena, Texeira (La Coruña), Babilafuente (Salamanca) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real).
Aunque no trataré el tema en esta entrada para no extenderme demasiado, es cierto que la producción de biocombustibles aún tiene una amplia capacidad de mejora y una serie de asignaturas pendientes relacionadas con la productividad, lo que muchas veces hace a esta industria dependiente de subvenciones. ¿Se podrían haber solucionado esos problemas hace años? En mi humilde opinión, sin lugar a dudas, sin embargo no olvidemos quién sería la gran perjudicada si esta tecnología fuese todo lo exitosa que puede ser: la industria de los combustibles fósiles, a la cual no le falta poder para apagar el sol que ilumina las plantas del bioetanol.
En términos simples, los biocombustibles son aquellos que se obtienen a partir de biomasa, es decir, la materia que compone a los seres vivos, a partir de una serie de procesos biotecnológicos específicos en función del producto que se desea obtener. Junto con el biodiésel, el bioetanol es el más importante de entre los biocombustibles líquidos, sin embargo hay otras formas de biocombustibles tales como la biomasa sólida y los biogases.
¿De dónde se extrae el bioetanol? Potencialmente, de toda biomasa que contenga glucosa u otros azúcares fermentables. Dado este requerimiento, las principales fuentes de bioetanol son el azúcar de caña o remolacha (sacarosa), cereales y tubérculos (almidón) y madera y residuos agrícolas (lignocelulosa). Los azúcares fermentables que se encuentran en estas sustancias son convertidos en alcohol mediante un proceso de fermentación alcohólica llevado a cabo por ciertas bacterias y/o levaduras. Finalmente, el alcohol es deshidratado y “desnaturalizado” para darle las características necesarias para la que será su función: ser un biocombustible.
Cuando uno explica este tipo de cosas acerca de sustituir el petróleo por productos derivados de los seres vivos, una amplia mayoría viaja a sociedades futuras donde sólo entonces cree que tal cosa es factible. La respuesta es para muchos chocante: no hay que mirar hacia delante, sino hacia atrás, nos vamos a Brasil.
A pesar de que por muchos es considerado un país poco puntero en lo que a términos (bio)tecnológicos se refiere, en los años 30 (sí, 1930) se registra en Brasil el primer uso de bioetanol (a partir de azúcar de caña) como combustible. Gracias al apoyo que ha recibido esta industria desde el momento de su aparición, se calcula que dicho país ha conseguido reducir su dependencia del petróleo desde el 85% al 10% en aproximadamente 30 años. Se estima que tras estas décadas de desarrollo 9 millones de vehículos llevan gasolina con un 20-22% de bioetanol, 5 millones emplean bioetanol puro y todos los vehículos nuevos llevan motores mixtos.
No obstante, desde el año 2005, el mayor productor de bioetanol es el omnipresente Estados Unidos. En este país la principal fuente del biocombustible es el maíz (actualmente algo menos rentable que el azúcar de caña) y se emplea mezclado con combustibles fósiles. Esto es lo que se conoce como "gasohol": gasolina con hasta un 10% de bioetanol.
¿Y qué hay de nosotros? Nosotros también producimos este biocombustible en principalmente cuatro puntos de la península: Cartagena, Texeira (La Coruña), Babilafuente (Salamanca) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real).
Aunque no trataré el tema en esta entrada para no extenderme demasiado, es cierto que la producción de biocombustibles aún tiene una amplia capacidad de mejora y una serie de asignaturas pendientes relacionadas con la productividad, lo que muchas veces hace a esta industria dependiente de subvenciones. ¿Se podrían haber solucionado esos problemas hace años? En mi humilde opinión, sin lugar a dudas, sin embargo no olvidemos quién sería la gran perjudicada si esta tecnología fuese todo lo exitosa que puede ser: la industria de los combustibles fósiles, a la cual no le falta poder para apagar el sol que ilumina las plantas del bioetanol.
sábado, 27 de noviembre de 2010
La vida: el mayor de los parásitos
¿Por qué morimos? Pregunta que ha tratado, sin éxito, de ser respondida desde que el sapiens se hizo sapiens sapiens. Lejos de los más o menos banales y más o menos patéticos intentos de explicar qué, cómo o porqué ocurre la muerte, hecho que ha estado sujeto a los distintos enfoques desde los que tradicionalmente se ha tratado de abordar el tema (Religión, Medicina, Teleología), yo expongo algo más sencillo, el motivo primigenio que subyace a tal proceso: es útil.
En nuestra inconsolable agonía muchas veces damos con una pregunta fundamental, ¿Por qué tenemos que morir? ¿Por qué un ser vivo no puede permanecer en tal estado indefinidamente? Trágicamente para nosotros, la respuesta puede tacharse de cruel: no es rentable.
Para ilustrar a qué me refiero, hemos de remontarnos al origen de la vida y empezar por la mínima unidad que puede ser considerada viva, la célula. Simplificando hasta el absurdo, pues lo comentaré en más detalle en una entrada posterior, en la Tierra primigenia surge una molécula capaz de realizar trabajo molecular y además autorreplicarse que se rodea de membranas y forma las primeras células. Ahora bien, como comentaba en “Mutaciones comestibles”, esa molécula es lábil y a lo largo del tiempo va deteriorándose junto con el resto de componentes celulares, situación que “la vida” ha de paliar si desea sobrevivir. Posible soluciones: reparación celular continua o creación de una nueva “copia” de la célula, más joven y sana, y por lo tanto con más posibilidades de sobrevivir, convirtiendo a la célula anterior en innecesaria (pues ahora se tiene una versión “más nueva” de la misma). Económicamente no hay duda alguna: ¿porqué va a gastar la célula energía continuamente en reparaciones cuando nunca conseguirá volver a estar en el mismo estado que cuando era “nueva” pudiendo hacer de forma barata una copia renovada de sí misma?
Antes de continuar, me gustaría señalar que, para hacer de la explicación algo más ligero y comprensible, estoy hablando en términos teleológicos, cosa que como ya denunciaba en “Vida sin Fin...alidad” es del todo incorrecta. La vida no eligió nada, si alguna vez hubo alguna forma de vida que no muriese es evidente que no tuvo mucho éxito, pues hoy no existe luego se extinguió. Sin embargo, el tener esta forma de perpetuación (la muerte), a su vez condicionada por las características moleculares de las biomoléculas, hizo posible que la vida sobreviviera y esa es la razón por la que todos y cada uno de los seres vivos estamos donde estamos, salta a la vista que de otra forma no ha sido posible.
Regresando al sapiens sapiens, aunque mucho más complejos, nuestros cuerpos siguen el mismo patrón que la célula de la que hablábamos. Con el paso de los años nuestros órganos y tejidos se van deteriorando, de forma que no resulta nada práctico una reparación de por vida. De esta forma, estamos vivos mientras somos útiles para propagar la vida, la vida nos utiliza hasta que le dejamos de ser de servicio para perpetuarse en el tiempo, momento en el que pierde interés en nosotros para “invadir” otra forma que le permita perpetuarse a más largo plazo: nuestra descendencia.
A sabiendas de todo esto y tras una breve reflexión, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la vida actúa como un parásito, un ser que se aprovecha de ti para poder sobrevivir, hasta que le dejas de ser útil y, en vez de gastar energía en agradecerte tu hospitalidad y ayudar a reparar los daños que has podido sufrir, te abandona para poder seguir sobreviviendo. Sólo somos portadores de una molécula que “aprendió” a copiarse a sí misma y que, gracias a su escurridiza estrategia que para nosotros supone la muerte, ha conseguido dominar un planeta entero en multitud de formas y en todos sus medios. Con nuestra muerte ha conseguido su inmortalidad.
En nuestra inconsolable agonía muchas veces damos con una pregunta fundamental, ¿Por qué tenemos que morir? ¿Por qué un ser vivo no puede permanecer en tal estado indefinidamente? Trágicamente para nosotros, la respuesta puede tacharse de cruel: no es rentable.
Para ilustrar a qué me refiero, hemos de remontarnos al origen de la vida y empezar por la mínima unidad que puede ser considerada viva, la célula. Simplificando hasta el absurdo, pues lo comentaré en más detalle en una entrada posterior, en la Tierra primigenia surge una molécula capaz de realizar trabajo molecular y además autorreplicarse que se rodea de membranas y forma las primeras células. Ahora bien, como comentaba en “Mutaciones comestibles”, esa molécula es lábil y a lo largo del tiempo va deteriorándose junto con el resto de componentes celulares, situación que “la vida” ha de paliar si desea sobrevivir. Posible soluciones: reparación celular continua o creación de una nueva “copia” de la célula, más joven y sana, y por lo tanto con más posibilidades de sobrevivir, convirtiendo a la célula anterior en innecesaria (pues ahora se tiene una versión “más nueva” de la misma). Económicamente no hay duda alguna: ¿porqué va a gastar la célula energía continuamente en reparaciones cuando nunca conseguirá volver a estar en el mismo estado que cuando era “nueva” pudiendo hacer de forma barata una copia renovada de sí misma?
Antes de continuar, me gustaría señalar que, para hacer de la explicación algo más ligero y comprensible, estoy hablando en términos teleológicos, cosa que como ya denunciaba en “Vida sin Fin...alidad” es del todo incorrecta. La vida no eligió nada, si alguna vez hubo alguna forma de vida que no muriese es evidente que no tuvo mucho éxito, pues hoy no existe luego se extinguió. Sin embargo, el tener esta forma de perpetuación (la muerte), a su vez condicionada por las características moleculares de las biomoléculas, hizo posible que la vida sobreviviera y esa es la razón por la que todos y cada uno de los seres vivos estamos donde estamos, salta a la vista que de otra forma no ha sido posible.
Regresando al sapiens sapiens, aunque mucho más complejos, nuestros cuerpos siguen el mismo patrón que la célula de la que hablábamos. Con el paso de los años nuestros órganos y tejidos se van deteriorando, de forma que no resulta nada práctico una reparación de por vida. De esta forma, estamos vivos mientras somos útiles para propagar la vida, la vida nos utiliza hasta que le dejamos de ser de servicio para perpetuarse en el tiempo, momento en el que pierde interés en nosotros para “invadir” otra forma que le permita perpetuarse a más largo plazo: nuestra descendencia.
A sabiendas de todo esto y tras una breve reflexión, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la vida actúa como un parásito, un ser que se aprovecha de ti para poder sobrevivir, hasta que le dejas de ser útil y, en vez de gastar energía en agradecerte tu hospitalidad y ayudar a reparar los daños que has podido sufrir, te abandona para poder seguir sobreviviendo. Sólo somos portadores de una molécula que “aprendió” a copiarse a sí misma y que, gracias a su escurridiza estrategia que para nosotros supone la muerte, ha conseguido dominar un planeta entero en multitud de formas y en todos sus medios. Con nuestra muerte ha conseguido su inmortalidad.
domingo, 21 de noviembre de 2010
Hombre, Mujer y Genes
No somos iguales. Aunque en los tiempos que corren esté mal visto hacer afirmaciones del estilo, los hombres y las mujeres no son iguales, al menos biológicamente.
300 millones de años a. C., tras el desprendimiento de los mamíferos de la rama evolutiva de los reptiles, un par de autosomas (cromosomas no sexuales) comienzan a diferenciarse en los cromosomas sexuales. Uno de esos dos cromosomas, el portador del gen determinante del sexo masculino y que posteriormente se denominaría como “Y”, se va degenerando y perdiendo genes hasta convertirse en un raquítico reflejo de lo que un día fue: un cromosoma grande con multitud de genes (tanto ligados como no ligados al sexo) al igual que su pareja, no degenerada, el cromosoma X.
No con poca frecuencia este hecho hace pensar, especialmente a las mujeres (que poseen dos cromosomas X), que ellas son genéticamente superiores, o al menos poseen más genes en funcionamiento, que los hombres (que poseen un cromosoma X y otro Y). Nada más lejos de la realidad.
Si en una determinada especie los sexos tuviesen distinto número de genes o, propiamente hablando, distinta dosis génica, eso implicaría distintas capacidades de respuesta y adaptación al entorno. Con el transcurso de miles de años, uno de los dos sexos podría desaparecer debido a una adaptación deficiente o, cuando menos, diferente, quedando únicamente el otro sexo para finalmente compartir el destino del primero. Por este motivo ambos sexos han de tener la misma dosis génica, ser igual de “resistentes”, pues la muerte de uno conlleva la muerte del otro.
¿Y cómo se corrige esa diferencia de dosis génica en el ser humano dada por las diferencias entre los cromosomas X e Y? Para posible decepción de las mujeres, uno de sus dos cromosomas X (que recibe el nombre de corpúsculo de Barr) en todas y cada una de sus células somáticas está condensado e inactivado, es decir, “no funciona”. Esto significa que, a efectos prácticos, se podría decir que las mujeres no poseen 46 cromosomas, sino 45. Por contra, los hombres poseen 46 cromosomas funcionales, sin embargo, como ya señalaba, el pequeño cromosoma Y apenas tiene un puñado de genes, y la mayoría relacionados con el sexo, por lo que las dosis génicas quedan compensadas.
A modo de colofón y como apunte para los interesados en el tema, me gustaría señalar el cromosoma X inactivado, es decir, el corpúsculo de Barr, no está inactivo completamente. Algunos genes sí se expresan, pues en el caso de que el cromosoma completo estuviera inactivado, todas las mujeres sufrirían funcionalmente el denominado síndrome de Turner, enfermedad genética que afecta a los individuos con los 44 autosomas y un único cromosoma sexual, el X.
300 millones de años a. C., tras el desprendimiento de los mamíferos de la rama evolutiva de los reptiles, un par de autosomas (cromosomas no sexuales) comienzan a diferenciarse en los cromosomas sexuales. Uno de esos dos cromosomas, el portador del gen determinante del sexo masculino y que posteriormente se denominaría como “Y”, se va degenerando y perdiendo genes hasta convertirse en un raquítico reflejo de lo que un día fue: un cromosoma grande con multitud de genes (tanto ligados como no ligados al sexo) al igual que su pareja, no degenerada, el cromosoma X.
No con poca frecuencia este hecho hace pensar, especialmente a las mujeres (que poseen dos cromosomas X), que ellas son genéticamente superiores, o al menos poseen más genes en funcionamiento, que los hombres (que poseen un cromosoma X y otro Y). Nada más lejos de la realidad.
Si en una determinada especie los sexos tuviesen distinto número de genes o, propiamente hablando, distinta dosis génica, eso implicaría distintas capacidades de respuesta y adaptación al entorno. Con el transcurso de miles de años, uno de los dos sexos podría desaparecer debido a una adaptación deficiente o, cuando menos, diferente, quedando únicamente el otro sexo para finalmente compartir el destino del primero. Por este motivo ambos sexos han de tener la misma dosis génica, ser igual de “resistentes”, pues la muerte de uno conlleva la muerte del otro.
¿Y cómo se corrige esa diferencia de dosis génica en el ser humano dada por las diferencias entre los cromosomas X e Y? Para posible decepción de las mujeres, uno de sus dos cromosomas X (que recibe el nombre de corpúsculo de Barr) en todas y cada una de sus células somáticas está condensado e inactivado, es decir, “no funciona”. Esto significa que, a efectos prácticos, se podría decir que las mujeres no poseen 46 cromosomas, sino 45. Por contra, los hombres poseen 46 cromosomas funcionales, sin embargo, como ya señalaba, el pequeño cromosoma Y apenas tiene un puñado de genes, y la mayoría relacionados con el sexo, por lo que las dosis génicas quedan compensadas.
A modo de colofón y como apunte para los interesados en el tema, me gustaría señalar el cromosoma X inactivado, es decir, el corpúsculo de Barr, no está inactivo completamente. Algunos genes sí se expresan, pues en el caso de que el cromosoma completo estuviera inactivado, todas las mujeres sufrirían funcionalmente el denominado síndrome de Turner, enfermedad genética que afecta a los individuos con los 44 autosomas y un único cromosoma sexual, el X.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Salvar el mundo sin saber de qué
Como ya comentaba en “La espontaneidad de lo Artificial”, Greenpeace tiene a disposición del público el siguiente enlace para dar a conocer la “maldad” de los transgénicos:
http://www.greenpeace.org/espana/campaigns/transgenicos
El objetivo de este post es descubrir cuánto sabe Greenpeace acerca de lo que critica.
Cito literalmente: “Un transgénico (Organismo Modificado Genéticamente, OMG) es un organismo vivo que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes.” Comenzamos ya desde el principio viendo que no saben ni de qué están hablando, pues no es lo mismo un transgénico que un organismo modificado genéticamente. Un OMG no implica transgénesis (puede ser, por ejemplo, supresión de algún determinado gen, sin transferencia de material genético entre especies), mientras que un transgénico sí la implica.
Cito literalmente: “Las técnicas de ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano)”. Nueva demostración de la inagotable sabiduría de la que hacen gala: los virus no son seres vivos.
Cito literalmente: “La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies”. Esta gran falsedad queda respondida en la entrada “La espontaneidad de lo Artificial”.
Cito literalmente: “Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles”. Me pregunto: ¿si son imprevisibles cómo saben que son irreversibles? Esta frase en particular viene precedida de una retahíla de algunos potenciales peligros ninguno demostrado hasta ahora. (La electricidad también tiene potenciales peligros, te puedes electrocutar, te puedes quemar con las bombillas, puedes construir sillas eléctricas, etc. Y no veo muchas protestas al respecto).
Cito literalmente: “Los riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente”. Dada la cantidad de errores e ingenuidades que llevamos vista del artículo me parece de risa que se atrevan a poner en entredicho la calidad de evaluación sanitaria. En cualquier caso, los transgénicos son los alimentos que mayor regulación tienen y más estrictas pruebas han de superar, motivo por el cual en España sólo encontramos el maíz Bt (véase entrada “¿Qué le pasa al maíz?”).
El resto de cuestiones de índole político-económica mencionadas no las abordaré pues es algo que no depende ni de los transgénicos ni de la biotecnología, sino del uso que el hombre hace de ellos.
Así pues, me gustaría cerrar este post recordando que no hay que sucumbir a los sensacionalismos ni a las respuestas fáciles, sino que antes de juzgar hay que saber qué se está juzgando.
http://www.greenpeace.org/espana/campaigns/transgenicos
El objetivo de este post es descubrir cuánto sabe Greenpeace acerca de lo que critica.
Cito literalmente: “Un transgénico (Organismo Modificado Genéticamente, OMG) es un organismo vivo que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes.” Comenzamos ya desde el principio viendo que no saben ni de qué están hablando, pues no es lo mismo un transgénico que un organismo modificado genéticamente. Un OMG no implica transgénesis (puede ser, por ejemplo, supresión de algún determinado gen, sin transferencia de material genético entre especies), mientras que un transgénico sí la implica.
Cito literalmente: “Las técnicas de ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano)”. Nueva demostración de la inagotable sabiduría de la que hacen gala: los virus no son seres vivos.
Cito literalmente: “La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies”. Esta gran falsedad queda respondida en la entrada “La espontaneidad de lo Artificial”.
Cito literalmente: “Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles”. Me pregunto: ¿si son imprevisibles cómo saben que son irreversibles? Esta frase en particular viene precedida de una retahíla de algunos potenciales peligros ninguno demostrado hasta ahora. (La electricidad también tiene potenciales peligros, te puedes electrocutar, te puedes quemar con las bombillas, puedes construir sillas eléctricas, etc. Y no veo muchas protestas al respecto).
Cito literalmente: “Los riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente”. Dada la cantidad de errores e ingenuidades que llevamos vista del artículo me parece de risa que se atrevan a poner en entredicho la calidad de evaluación sanitaria. En cualquier caso, los transgénicos son los alimentos que mayor regulación tienen y más estrictas pruebas han de superar, motivo por el cual en España sólo encontramos el maíz Bt (véase entrada “¿Qué le pasa al maíz?”).
El resto de cuestiones de índole político-económica mencionadas no las abordaré pues es algo que no depende ni de los transgénicos ni de la biotecnología, sino del uso que el hombre hace de ellos.
Así pues, me gustaría cerrar este post recordando que no hay que sucumbir a los sensacionalismos ni a las respuestas fáciles, sino que antes de juzgar hay que saber qué se está juzgando.
La Espontaneidad de lo “Artificial”
Largo y tendido se discutió sobre qué era o dejaba de ser natural en “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I” y “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II”. Tras un periodo sin volver a tocarlo, rescatamos el tema esta semana para difuminar aún más, si cabe, el tan ignorantemente tratado concepto de “natural”.
Hace unos días se me pasaba la dirección de una página web de Greenpeace en la que se hace campaña contra los transgénicos. Pues bien, hoy les traigo una muestra de la profundidad con la que Greenpeace conoce lo que critica. Entre otras cosas (véase la entrada “Salvar el mundo sin saber de qué”), en el escrito se sostiene literalmente que “La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies”. Como ya anunciaba en “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I” y “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II”, esto es absolutamente falso, habiendo no poco importantes casos que demuestran lo contrario y a los que, con toda seguridad, les dedicaré un post en el futuro. No obstante, hoy me quedo “sentado en el banquillo” mientras unos profesionales competentes de verdad que sí saben de lo que hablan (cosa que no se puede decir de Greenpeace en lo que a este documento se refiere) les responden por mí:
http://www.sciencedaily.com/releases/2010/11/101104083102.htm
Por si entre los lectores reina la pereza de leer el documento entero, se lo resumo muy fácilmente: el estudio demuestra que se producen plantas transgénicas de forma “natural”, saltándose así la barrera de especie, insisto, de forma “natural”, sin intervención del hombre. Parece que más de uno deberá pensarlo dos veces antes de repetir ciertas aseveraciones de manera tan gratuita (e ignorante).
Hace unos días se me pasaba la dirección de una página web de Greenpeace en la que se hace campaña contra los transgénicos. Pues bien, hoy les traigo una muestra de la profundidad con la que Greenpeace conoce lo que critica. Entre otras cosas (véase la entrada “Salvar el mundo sin saber de qué”), en el escrito se sostiene literalmente que “La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies”. Como ya anunciaba en “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I” y “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II”, esto es absolutamente falso, habiendo no poco importantes casos que demuestran lo contrario y a los que, con toda seguridad, les dedicaré un post en el futuro. No obstante, hoy me quedo “sentado en el banquillo” mientras unos profesionales competentes de verdad que sí saben de lo que hablan (cosa que no se puede decir de Greenpeace en lo que a este documento se refiere) les responden por mí:
http://www.sciencedaily.com/releases/2010/11/101104083102.htm
Por si entre los lectores reina la pereza de leer el documento entero, se lo resumo muy fácilmente: el estudio demuestra que se producen plantas transgénicas de forma “natural”, saltándose así la barrera de especie, insisto, de forma “natural”, sin intervención del hombre. Parece que más de uno deberá pensarlo dos veces antes de repetir ciertas aseveraciones de manera tan gratuita (e ignorante).
sábado, 13 de noviembre de 2010
Antibióticos sin “Anti”
22 de septiembre de 1928, un científico lleva varios días realizando una serie de experimentos cuando se da cuenta de que, como ocurre normalmente cuando se trabaja sin cuidado en el laboratorio, una de sus placas de Petri con un cultivo de Staphylococcus aureus ha sido contaminada por un hongo, por lo que, ya inservible, se dispone a tirarla. Sin embargo, antes de deshacerse de ella, le echa un segundo vistazo y algo llama su atención cuando sus ojos ven lo siguiente:
Pronto se dio cuenta de que, curiosamente, la bacteria no crecía en los alrededores del hongo, como si éste produjese alguna sustancia que impidiese su crecimiento. Ese hombre se llamaba Alexander Fleming y acababa de descubrir la penicilina.
Mucho ha llovido desde entonces y hoy en día los antibióticos se han convertido en indispensables en medicina humana y animal, horticultura, investigación, etc. No obstante, bien es sabido que estas sustancias no son el arma definitiva contra los microorganismos, como en un primer momento se supuso, pues científicos se encontraron con un gran y terrorífico problema (aún hoy día): las resistencias a los antibióticos.
Que no haya confusión al respecto, resistencia a antibiótico no se refiere a una especie de microorganismo en concreto que no sea susceptible a esa sustancia, tal problema se soluciona estudiando qué cualidades le permite ser resistente y buscar otro tipo de antibiótico más adecuado. El problema consiste en que una vez que se ha encontrado un antibiótico que afecta a una especie en concreto y da un buen resultado, de repente un día se encuentra que deja de serlo, se ha vuelto resistente y el paciente no responde al tratamiento, el antibiótico y los miles de millones de euros que ha costado su producción se hacen inútiles y nos quedamos indefensos ante este patógeno. Este es actualmente un gran motivo de preocupación en el área médica, motivo por el cual se desea controlar el abuso de uso de estas sustancias, pues con él aparecen estas resistencias.
¿Qué está pasando realmente? En una palabra: mutación. Sin embargo, en contra de lo que parece indicar la forma en que se habla de este tema, esa mutación no es provocada por el uso del antibiótico. Como ya demostraron Luria y Delbrück, y acorde con lo expuesto en la entrada “Vida sin Fin...alidad”, la mutación responsable de esa resistencia ocurre de forma totalmente aleatoria, independientemente de que haya o no haya antibiótico. No obstante, esto no quiere decir que el uso de estas sustancias no favorezca su afianzamiento, me explico: en situaciones normales (sin antibiótico) ese microorganismo mutado no tendría, en principio, ninguna ventaja sobre el resto, es más, puede que ese cambio venga acompañado de una pequeña desventaja metabólica o de algún otro tipo, de modo que con el paso del tiempo esta célula se diluiría entre sus congéneres no mutados y podría acabar desapareciendo. Sin embargo, con antibiótico en el medio, ese microorganismo sería el único que sobreviviría, desapareciendo toda la competencia y pudiendo así perpetuarse en el tiempo y en el espacio: el microbio se ha vuelto resistente al antibiótico.
Así pues, parece que los cazadores nos hemos convertido en cazados y el arma que nos descubrió Fleming se está quedando sin balas. Los médicos que tratan las enfermedades infecciosas están preocupados por la perspectiva de no disponer de antibióticos eficaces para tratar a pacientes gravemente enfermos en un futuro próximo. La investigación en nuevos antibióticos está cada vez más parada, las principales empresas farmacéuticas están perdiendo interés en los antibióticos dado que ya no dan tantos beneficios. Según parece necesitamos un nuevo arma... ¿qué, quién o quiénes podrán proporcionarla?
Pronto se dio cuenta de que, curiosamente, la bacteria no crecía en los alrededores del hongo, como si éste produjese alguna sustancia que impidiese su crecimiento. Ese hombre se llamaba Alexander Fleming y acababa de descubrir la penicilina.
Mucho ha llovido desde entonces y hoy en día los antibióticos se han convertido en indispensables en medicina humana y animal, horticultura, investigación, etc. No obstante, bien es sabido que estas sustancias no son el arma definitiva contra los microorganismos, como en un primer momento se supuso, pues científicos se encontraron con un gran y terrorífico problema (aún hoy día): las resistencias a los antibióticos.
Que no haya confusión al respecto, resistencia a antibiótico no se refiere a una especie de microorganismo en concreto que no sea susceptible a esa sustancia, tal problema se soluciona estudiando qué cualidades le permite ser resistente y buscar otro tipo de antibiótico más adecuado. El problema consiste en que una vez que se ha encontrado un antibiótico que afecta a una especie en concreto y da un buen resultado, de repente un día se encuentra que deja de serlo, se ha vuelto resistente y el paciente no responde al tratamiento, el antibiótico y los miles de millones de euros que ha costado su producción se hacen inútiles y nos quedamos indefensos ante este patógeno. Este es actualmente un gran motivo de preocupación en el área médica, motivo por el cual se desea controlar el abuso de uso de estas sustancias, pues con él aparecen estas resistencias.
¿Qué está pasando realmente? En una palabra: mutación. Sin embargo, en contra de lo que parece indicar la forma en que se habla de este tema, esa mutación no es provocada por el uso del antibiótico. Como ya demostraron Luria y Delbrück, y acorde con lo expuesto en la entrada “Vida sin Fin...alidad”, la mutación responsable de esa resistencia ocurre de forma totalmente aleatoria, independientemente de que haya o no haya antibiótico. No obstante, esto no quiere decir que el uso de estas sustancias no favorezca su afianzamiento, me explico: en situaciones normales (sin antibiótico) ese microorganismo mutado no tendría, en principio, ninguna ventaja sobre el resto, es más, puede que ese cambio venga acompañado de una pequeña desventaja metabólica o de algún otro tipo, de modo que con el paso del tiempo esta célula se diluiría entre sus congéneres no mutados y podría acabar desapareciendo. Sin embargo, con antibiótico en el medio, ese microorganismo sería el único que sobreviviría, desapareciendo toda la competencia y pudiendo así perpetuarse en el tiempo y en el espacio: el microbio se ha vuelto resistente al antibiótico.
Así pues, parece que los cazadores nos hemos convertido en cazados y el arma que nos descubrió Fleming se está quedando sin balas. Los médicos que tratan las enfermedades infecciosas están preocupados por la perspectiva de no disponer de antibióticos eficaces para tratar a pacientes gravemente enfermos en un futuro próximo. La investigación en nuevos antibióticos está cada vez más parada, las principales empresas farmacéuticas están perdiendo interés en los antibióticos dado que ya no dan tantos beneficios. Según parece necesitamos un nuevo arma... ¿qué, quién o quiénes podrán proporcionarla?
martes, 9 de noviembre de 2010
Biotechnology en Castellano
Esta semana me gustaría recomendar otra lectura de nuevo centrada en nuestro país. Esta vez, lejos de críticas, versa sobre las líneas generales de la Biotecnología en España, tratando de dar una idea global sobre tanto las figuras biotecnológicas como la Biotecnología de hecho con las que cuenta nuestra nación.
El link es el que sigue: http://www.asebio.com/es/noticia.cfm?iid=02nov10
El link es el que sigue: http://www.asebio.com/es/noticia.cfm?iid=02nov10
sábado, 6 de noviembre de 2010
¿Qué le pasa al maíz?
A pesar de que hoy en día muchas veces no sabemos lo que comemos, ya ni siquiera sabemos lo que cultivamos; hablemos de la “despensa europea de maíz transgénico”: nuestro querido país.
Muy en contra de lo que se pueda pensar, en España se cultiva un y sólo un tipo de alimento transgénico: el “maíz Bt”. Y la gente ajena a este mundo y que ha oído hablar de él sólo coincide en que prefiere el “natural”, pero a la pregunta “¿y qué tiene el maíz transgénico ese?” el silencio es la única respuesta, sólo sabemos que es malo. Pues bien, hoy vamos a arrojar un poco de luz sobre qué “maldad” se está cultivando en nuestra tierra.
Como en toda buena explicación, se debe empezar por el nombre, “Bt”, ¿qué significa? Pues ni más ni menos que Bacillus thuringiensis, un bacilo flagelado, esporulado y Gram positivo que se encuentra de forma natural en el suelo. Lo especial de esta bacteria es que tiene una peculiaridad: al producir esporas, genera unos cristales proteicos (proteínas) que reciben el nombre de “toxina Bt” o proteína “Cry”. Si un insecto ingiere los cristales, estos llegan a su intestino medio, donde la proteína se une a un receptor específico de las membranas epiteliales de las células del intestino, lo que genera poros que desequilibran su balance osmótico y provocan la lisis celular de esta parte del aparato digestivo, causando la muerte del insecto. Me gustaría insistir en el hecho de que el receptor sobre el que actúa es específico del insecto, es decir, no es que esta proteína sea inocua sólo para mamíferos, aves y demás animales distintos de insectos, sino que también lo es para todos los insectos distintos de la especie susceptible a la determinada proteína “Cry” (de la cual hay varios tipos, que afectan a distintos tipos de insectos).
Regresando al nuestro cultivo, tradicionalmente los agricultores sufrían muchísimas pérdidas económicas cuando estos se insectos se comían el maíz. Solución: uso masivo de insecticidas para eliminar las plagas, con lo poco que gusta eso al consumidor. Pero entonces se encendió una bombilla: ¿y si una de las muchas proteínas que tiene el maíz fuera la proteína “Cry”? Y así se hizo, tomado prestado el gen de Bacillus thuringiensis, nació el maíz Bt, exactamente igual que el anterior salvo que contiene una proteína más, la cual a nosotros no se nos indigesta pero sí a los insectos que se lo intentan comer, dando fin así al uso masivo de pesticidas gracias a una planta que ahora puede defenderse por sí sola.
No obstante, de forma inevitable ahora es cuando surgen las preguntas y la desconfianza: “¿pero seguro que es inocuo para nosotros?” Inmensidad de pruebas se han llevado a cabo y una tras otra lo han confirmado, en ningún caso se ha demostrado un efecto pernicioso para la salud. ¿Por qué? Porque es una proteína más, como las otras que consumimos al comer maíz, la cual es hidrolizada en nuestro estómago e intestino delgado para así nutrirnos, es decir, que no sólo no es perjudicial sino que es alimenticia.
Así pues, la próxima vez que tengamos un bote de maíz transgénico español en nuestras manos, podremos dejarnos de miedos causados por nuestro desconocimiento e ignorancia sobre el tema para pasar a la tranquilidad generada por nuestro saber e instrucción. La oscuridad da miedo hasta que se enciende la luz.
Muy en contra de lo que se pueda pensar, en España se cultiva un y sólo un tipo de alimento transgénico: el “maíz Bt”. Y la gente ajena a este mundo y que ha oído hablar de él sólo coincide en que prefiere el “natural”, pero a la pregunta “¿y qué tiene el maíz transgénico ese?” el silencio es la única respuesta, sólo sabemos que es malo. Pues bien, hoy vamos a arrojar un poco de luz sobre qué “maldad” se está cultivando en nuestra tierra.
Como en toda buena explicación, se debe empezar por el nombre, “Bt”, ¿qué significa? Pues ni más ni menos que Bacillus thuringiensis, un bacilo flagelado, esporulado y Gram positivo que se encuentra de forma natural en el suelo. Lo especial de esta bacteria es que tiene una peculiaridad: al producir esporas, genera unos cristales proteicos (proteínas) que reciben el nombre de “toxina Bt” o proteína “Cry”. Si un insecto ingiere los cristales, estos llegan a su intestino medio, donde la proteína se une a un receptor específico de las membranas epiteliales de las células del intestino, lo que genera poros que desequilibran su balance osmótico y provocan la lisis celular de esta parte del aparato digestivo, causando la muerte del insecto. Me gustaría insistir en el hecho de que el receptor sobre el que actúa es específico del insecto, es decir, no es que esta proteína sea inocua sólo para mamíferos, aves y demás animales distintos de insectos, sino que también lo es para todos los insectos distintos de la especie susceptible a la determinada proteína “Cry” (de la cual hay varios tipos, que afectan a distintos tipos de insectos).
Regresando al nuestro cultivo, tradicionalmente los agricultores sufrían muchísimas pérdidas económicas cuando estos se insectos se comían el maíz. Solución: uso masivo de insecticidas para eliminar las plagas, con lo poco que gusta eso al consumidor. Pero entonces se encendió una bombilla: ¿y si una de las muchas proteínas que tiene el maíz fuera la proteína “Cry”? Y así se hizo, tomado prestado el gen de Bacillus thuringiensis, nació el maíz Bt, exactamente igual que el anterior salvo que contiene una proteína más, la cual a nosotros no se nos indigesta pero sí a los insectos que se lo intentan comer, dando fin así al uso masivo de pesticidas gracias a una planta que ahora puede defenderse por sí sola.
No obstante, de forma inevitable ahora es cuando surgen las preguntas y la desconfianza: “¿pero seguro que es inocuo para nosotros?” Inmensidad de pruebas se han llevado a cabo y una tras otra lo han confirmado, en ningún caso se ha demostrado un efecto pernicioso para la salud. ¿Por qué? Porque es una proteína más, como las otras que consumimos al comer maíz, la cual es hidrolizada en nuestro estómago e intestino delgado para así nutrirnos, es decir, que no sólo no es perjudicial sino que es alimenticia.
Así pues, la próxima vez que tengamos un bote de maíz transgénico español en nuestras manos, podremos dejarnos de miedos causados por nuestro desconocimiento e ignorancia sobre el tema para pasar a la tranquilidad generada por nuestro saber e instrucción. La oscuridad da miedo hasta que se enciende la luz.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Más sobre la Ciencia en España
Esta vez no seré yo quien critique ni reproche, para que no se me acuse de repetitivo, sino que me limitaré a recomendar la lectura de las palabras de un señor catedrático de la universidad de Alcalá de Henares, en relación con el post anterior, "España: 1% de Ciencia", para todo aquel que desee indagar más en nuestro más que preocupante problema ibérico.
El enlace es el que sigue:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/clima/2010/10/28/investigacion-el-desastre-de-espana.html
El enlace es el que sigue:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/clima/2010/10/28/investigacion-el-desastre-de-espana.html
domingo, 31 de octubre de 2010
España: 1% de ciencia
Ese es el porcentaje de su tiempo que los programas informativos dedican a la ciencia en este país, según publicaba “el mundo” hace unos días, periódico que, al menos y es el motivo por el que lo cito, es de los pocos que tiene (en su edición online) una bien delimitada sección científica al margen de la calidad de la misma.
Lo normal podría parecer comenzar a criticar el rechazo de los medios de comunicación hacia la ciencia, pero sería como tratar los síntomas en vez de la enfermedad. Los informativos quieren audiencia, y para ello emiten noticias que no sólo informen sino que también atraigan espectadores. Por lo tanto, si no hay más tiempo dedicado al mundo científico es porque no aporta tanta audiencia, es decir, la culpa es en realidad de esta nuestra querida España, a la que le da igual que haya sido descubierto un nuevo tratamiento contra el cáncer mientras se vea cómo se gritan los diputados en el Congreso o cómo Messi o Ronaldo le dieron a una pelota para meterla en la portería, eso es lo que queremos ver. Hasta que un día llega la noticia: un familiar nuestro tiene cáncer. Es en ese momento, y sólo en ese momento, cuando se muestra un interés por la misma noticia que meses atrás nos había hecho cambiar de canal porque nos aburría, en ese momento sí queremos ciencia.
Hace unos días se me comentaba acerca del enfoque de mi blog, sólo ciencia, y se me recomendaba cambiar de tema para conseguir más visitas. Sin embargo, eso significa que lo estoy haciendo bien, porque fácilmente podría ponerme a criticar a políticos o contar cosas graciosas, que sin duda, como en el caso de los informativos, importan y atraen más a la mayoría de la sociedad. Pero ese no es el objetivo de este blog, no lucho por conseguir visitas, lucho porque ese 1% que al parecer la ciencia se merece en este país al menos sea todo lo correcto y lleno de juicio como sea posible.
Me gustaría recordar, para cerrar el tema, una triste realidad que se da en nuestra tierra consecuencia de este rechazo generalizado que recibe el campo científico: la conocida como “fuga de cerebros”. Científicos tras sus muchos años de carrera, másters y doctorados no son apreciados como deberían y abandonan este país para buscar alguno que sí que los quieran, valoren y recompensen su labor. Para no extenderme con este hecho (quizás tratado en un futuro post), les dejo con unas palabras de Albert Einstein muy relacionadas con el caso: "solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad de hacerlo y asegurarse de que se queden en el país. Las otras naciones se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, con minas, con una historia espléndida; pero probablemente no se queden ni con las mismas banderas, ni con las mismas fronteras. Y mucho menos con capacidad económica".
Termino esta entrada, dada su particular temática, dando las gracias a todos aquellos los que han decidido “no cambiar de canal” y leer hasta el final, demostrando que, aunque al 1%, hay algún tipo de aprecio.
Lo normal podría parecer comenzar a criticar el rechazo de los medios de comunicación hacia la ciencia, pero sería como tratar los síntomas en vez de la enfermedad. Los informativos quieren audiencia, y para ello emiten noticias que no sólo informen sino que también atraigan espectadores. Por lo tanto, si no hay más tiempo dedicado al mundo científico es porque no aporta tanta audiencia, es decir, la culpa es en realidad de esta nuestra querida España, a la que le da igual que haya sido descubierto un nuevo tratamiento contra el cáncer mientras se vea cómo se gritan los diputados en el Congreso o cómo Messi o Ronaldo le dieron a una pelota para meterla en la portería, eso es lo que queremos ver. Hasta que un día llega la noticia: un familiar nuestro tiene cáncer. Es en ese momento, y sólo en ese momento, cuando se muestra un interés por la misma noticia que meses atrás nos había hecho cambiar de canal porque nos aburría, en ese momento sí queremos ciencia.
Hace unos días se me comentaba acerca del enfoque de mi blog, sólo ciencia, y se me recomendaba cambiar de tema para conseguir más visitas. Sin embargo, eso significa que lo estoy haciendo bien, porque fácilmente podría ponerme a criticar a políticos o contar cosas graciosas, que sin duda, como en el caso de los informativos, importan y atraen más a la mayoría de la sociedad. Pero ese no es el objetivo de este blog, no lucho por conseguir visitas, lucho porque ese 1% que al parecer la ciencia se merece en este país al menos sea todo lo correcto y lleno de juicio como sea posible.
Me gustaría recordar, para cerrar el tema, una triste realidad que se da en nuestra tierra consecuencia de este rechazo generalizado que recibe el campo científico: la conocida como “fuga de cerebros”. Científicos tras sus muchos años de carrera, másters y doctorados no son apreciados como deberían y abandonan este país para buscar alguno que sí que los quieran, valoren y recompensen su labor. Para no extenderme con este hecho (quizás tratado en un futuro post), les dejo con unas palabras de Albert Einstein muy relacionadas con el caso: "solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad de hacerlo y asegurarse de que se queden en el país. Las otras naciones se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, con minas, con una historia espléndida; pero probablemente no se queden ni con las mismas banderas, ni con las mismas fronteras. Y mucho menos con capacidad económica".
Termino esta entrada, dada su particular temática, dando las gracias a todos aquellos los que han decidido “no cambiar de canal” y leer hasta el final, demostrando que, aunque al 1%, hay algún tipo de aprecio.
lunes, 25 de octubre de 2010
Vida sin Fin...alidad
Conciencia, consciencia, y voluntad (creemos que libre) son algunos de los términos que se otorgan a principios en los que se basa la mente humana y por consiguiente todo lo que el hombre es. Intentamos adaptar la realidad que nos rodea en términos expresables a partir de estas bases inherentes a nuestra forma de pensamiento. Así es que, con mucha frecuencia, nos olvidamos de que esos aspectos son exclusivos “dones” de la especie humana y de que fuera de nuestro cerebro no existen tal y como las concebimos nosotros.
Un hombre come para no morirse de hambre, sin embargo, un perro no come para no morirse de hambre, sino que no se muere de hambre porque come. Es muy frecuente, incluso entre la comunidad científica (y confieso que yo en ocasiones conscientemente lo hago), adjudicar a lo vivo una voluntad, un fin. Pues bien, eso no es así, la vida carece de cualquier rasgo teleológico.
Los seres vivos no desarrollaron un sistema inmune para defenderse, sino que pudieron defenderse porque desarrollaron un sistema inmune. Los dinosaurios (aves) no desarrollaron plumas para poder volar, pudieron volar porque desarrollaron plumas. El hombre (homínido) no adoptó el bipedismo para obtener una serie de ventajas, obtuvo una serie de ventajas porque adoptó el bipedismo. Las especies no se reproducen para perpetuarse a lo largo del tiempo y el espacio, las especies se perpetúan en el tiempo y en el espacio porque se reproducen. El páncreas no segrega insulina para controlar la concentración de glucosa en sangre, la glucosa en sangre se controla porque el páncreas segrega insulina. Y así se podría seguir indefinidamente.
¿Por qué hacemos esto? Porque no somos conscientes de que la voluntad no existe más que en nuestra cabeza, y así deformamos la realidad para entenderla mejor o incluso para consolarnos y ocultarnos cuál es el verdadero modelador o “alfarero” de la vida: el azar.
A aquellos arraigados o un tanto indiferentes que se resisten a corregir su forma de pensar (o al menos de hablar) y prefieren continuar diciendo que la sangre tiene glóbulos rojos para transportar oxígeno en vez de decir que por la sangre se transporta oxígeno gracias a la existencia de los glóbulos rojos, les insto a que hagan ejercicio de reflexión y se darán cuenta de su error. Les pido revisen sus conocimientos acerca de las ciencias de la evolución, cómo una recombinación o mutación aleatoria en una célula originó una capacidad beneficiosa nueva que, al conferir ventaja sobre las que no la tenían, desembocó en el prevalecimiento de estas células y por tanto en la universalidad y consolidación de esta estructura o capacidad. No fue la célula la que pensó (como muchos sugieren por su forma de hablar): “voy a desarrollar esta capacidad PARA conseguir una ventaja porque me va a ir mucho mejor”. La vida funciona con el “porque”, no con el “para”.
Para terminar me gustaría dejarles reflexionando sobre nuestro caso especial y privilegiado: ¿escribo estas líneas para que ustedes las lean o ustedes las leen porque yo las he escrito? Parece que la teleología es, como tantas otras cosas, una realidad ideada por el hombre y, como tantas otras cosas, cuestión del tamaño (en este caso, del cerebro).
Un hombre come para no morirse de hambre, sin embargo, un perro no come para no morirse de hambre, sino que no se muere de hambre porque come. Es muy frecuente, incluso entre la comunidad científica (y confieso que yo en ocasiones conscientemente lo hago), adjudicar a lo vivo una voluntad, un fin. Pues bien, eso no es así, la vida carece de cualquier rasgo teleológico.
Los seres vivos no desarrollaron un sistema inmune para defenderse, sino que pudieron defenderse porque desarrollaron un sistema inmune. Los dinosaurios (aves) no desarrollaron plumas para poder volar, pudieron volar porque desarrollaron plumas. El hombre (homínido) no adoptó el bipedismo para obtener una serie de ventajas, obtuvo una serie de ventajas porque adoptó el bipedismo. Las especies no se reproducen para perpetuarse a lo largo del tiempo y el espacio, las especies se perpetúan en el tiempo y en el espacio porque se reproducen. El páncreas no segrega insulina para controlar la concentración de glucosa en sangre, la glucosa en sangre se controla porque el páncreas segrega insulina. Y así se podría seguir indefinidamente.
¿Por qué hacemos esto? Porque no somos conscientes de que la voluntad no existe más que en nuestra cabeza, y así deformamos la realidad para entenderla mejor o incluso para consolarnos y ocultarnos cuál es el verdadero modelador o “alfarero” de la vida: el azar.
A aquellos arraigados o un tanto indiferentes que se resisten a corregir su forma de pensar (o al menos de hablar) y prefieren continuar diciendo que la sangre tiene glóbulos rojos para transportar oxígeno en vez de decir que por la sangre se transporta oxígeno gracias a la existencia de los glóbulos rojos, les insto a que hagan ejercicio de reflexión y se darán cuenta de su error. Les pido revisen sus conocimientos acerca de las ciencias de la evolución, cómo una recombinación o mutación aleatoria en una célula originó una capacidad beneficiosa nueva que, al conferir ventaja sobre las que no la tenían, desembocó en el prevalecimiento de estas células y por tanto en la universalidad y consolidación de esta estructura o capacidad. No fue la célula la que pensó (como muchos sugieren por su forma de hablar): “voy a desarrollar esta capacidad PARA conseguir una ventaja porque me va a ir mucho mejor”. La vida funciona con el “porque”, no con el “para”.
Para terminar me gustaría dejarles reflexionando sobre nuestro caso especial y privilegiado: ¿escribo estas líneas para que ustedes las lean o ustedes las leen porque yo las he escrito? Parece que la teleología es, como tantas otras cosas, una realidad ideada por el hombre y, como tantas otras cosas, cuestión del tamaño (en este caso, del cerebro).
jueves, 21 de octubre de 2010
Mutaciones comestibles
Sin duda uno de los términos más frecuentemente empleados en lo que a mí me gusta denominar “la ciencia de la calle” (es decir, cómo una persona que no sabe qué es una célula le cuenta a otra que no sabe qué es el ADN cuáles son las causas del cáncer) es la palabra “mutación”. Y acto seguido, tal término provoca de forma generalizada una impresión negativa, se asocia de forma incorrecta mutación con “malo”. Esta entrada tiene como único objetivo romper una lanza a favor de tan maltratado significante, con la intención de mejorarlo en la medida de lo posible.
Que la Tierra es un entorno cambiante es mundialmente aceptado...y mundialmente importante. Este cambio constante, y en ocasiones repentino, dificulta la existencia de la vida; un entorno cambiante o capaz de cambiar priva a la vida de los que podría ser una cómoda estabilidad: el establecimiento de un organismo que optimice al máximo las posibilidades del entorno sería suficiente. Pero llega el cambio, y ese organismo deja de estar tan bien adaptado y muere. La vida no puede permitirse “estar parada”, necesita mecanismos para desarrollar una variedad biológica de forma que, ante un cambio, algunas de esas variedades sean capaces de sobrevivir.
¿Cómo se consigue la citada variabilidad biológica? Dos son los mecanismos principales (si bien no los únicos): la recombinación meiótica y la mutación. En términos simples y fácilmente entendibles, la recombinación meiótica “baraja” las cartas (material genético) que tenemos en nuestro mazo (genoma), mientras que la mutación “aporta” nuevas cartas a la baraja, de forma que la distintas combinaciones de cartas que podemos construir se ve aumentada, y así la diversidad biológica.
Por lo tanto, me gustaría que quedase el concepto claro y dejase de sufrir tan crueles acusaciones: una mutación es simplemente un cambio en el material genético, independientemente de que sea beneficioso o perjudicial para el organismo en particular que lo sufre. Sin embargo lo que sí está claro es que sin tal mecanismo la vida no sería posible y, de serlo, sería mucho más pobre. Para demostrar la magnitud de esta riqueza les dejo un ejemplo, por lo menos, curioso (razón del título de esta entrada): como parte de nuestra alimentación cotidiana encontramos con frecuencia distintos productos tales como la col verde, la berza, la coliflor, el repollo, las coles de Bruselas, el colirrábano y el brócoli. ¿Qué tienen en común?... o mejor planteado, ¿Qué no tienen en común? Pues en realidad, todas ellas son mutantes de una misma planta, Brassica oleracea, la cual, sufriendo distintas mutaciones, dio lugar a todas estas verduras.
No queda duda de que la mutación, aparte de otras muchas cosas, puede ser exquisita, sólo es cuestión de encontrar el mutante adecuado.
Que la Tierra es un entorno cambiante es mundialmente aceptado...y mundialmente importante. Este cambio constante, y en ocasiones repentino, dificulta la existencia de la vida; un entorno cambiante o capaz de cambiar priva a la vida de los que podría ser una cómoda estabilidad: el establecimiento de un organismo que optimice al máximo las posibilidades del entorno sería suficiente. Pero llega el cambio, y ese organismo deja de estar tan bien adaptado y muere. La vida no puede permitirse “estar parada”, necesita mecanismos para desarrollar una variedad biológica de forma que, ante un cambio, algunas de esas variedades sean capaces de sobrevivir.
¿Cómo se consigue la citada variabilidad biológica? Dos son los mecanismos principales (si bien no los únicos): la recombinación meiótica y la mutación. En términos simples y fácilmente entendibles, la recombinación meiótica “baraja” las cartas (material genético) que tenemos en nuestro mazo (genoma), mientras que la mutación “aporta” nuevas cartas a la baraja, de forma que la distintas combinaciones de cartas que podemos construir se ve aumentada, y así la diversidad biológica.
Por lo tanto, me gustaría que quedase el concepto claro y dejase de sufrir tan crueles acusaciones: una mutación es simplemente un cambio en el material genético, independientemente de que sea beneficioso o perjudicial para el organismo en particular que lo sufre. Sin embargo lo que sí está claro es que sin tal mecanismo la vida no sería posible y, de serlo, sería mucho más pobre. Para demostrar la magnitud de esta riqueza les dejo un ejemplo, por lo menos, curioso (razón del título de esta entrada): como parte de nuestra alimentación cotidiana encontramos con frecuencia distintos productos tales como la col verde, la berza, la coliflor, el repollo, las coles de Bruselas, el colirrábano y el brócoli. ¿Qué tienen en común?... o mejor planteado, ¿Qué no tienen en común? Pues en realidad, todas ellas son mutantes de una misma planta, Brassica oleracea, la cual, sufriendo distintas mutaciones, dio lugar a todas estas verduras.
No queda duda de que la mutación, aparte de otras muchas cosas, puede ser exquisita, sólo es cuestión de encontrar el mutante adecuado.
sábado, 16 de octubre de 2010
Un diabético contra los transgénicos
Mientras me encontraba realizando mi diaria revisión a las noticias de actualidad en este vasto campo, me topé con una de estas imágenes de un montón de gente con pancartas en protesta de “los malvados organismos transgénicos”, absolutamente perjudiciales y perniciosos para todo lo que la vida comporta. En ese momento no pude evitar pensar: ¿Será alguno de los manifestantes diabético? Y aunque no hay manera de obtener una respuesta, dada la incidencia de esta enfermedad en este país (ya por encima de los 2.500.000 habitantes) es muy probable que más de uno (o al menos familiares) lo fuera.
A todo aquel al que le parezca esta pregunta trivial procederé a despejar las dudas a la par que dar una muy mala noticia a los diabéticos o familiares de diabéticos en contra de los transgénicos: el 93% de la insulina producida actualmente es de origen transgénico. Esta hormona era tradicional y costosamente obtenida a partir del páncreas bovino o porcino. Sin embargo, en 1982, la insulina se convirtió en la primera molécula con fines terapéuticos producida mediante ingeniería genética (transgénesis), aumentándose y facilitándose enormemente su producción industrial.
¿Y a qué le deben los diabéticos la hormona que les permite mantener en niveles adecuados la glucosa en sangre? A un organismo transgénico: Escherichia coli, una bacteria Gram negativa modelo de estudios en procariotas, que es transformada con el transgén de la insulina humana. Y a pesar de ello, ¿cuántas veces hemos visto protestas en contra de la “insulina transgénica”? Un servidor, hasta la fecha, no ha visto tal cosa ocurrir. ¿Por qué? Porque apostaría que la mayoría de las personas no tiene ni remota idea de que lo que hay en sus jeringuillas es Biotecnología. Y por ello, esas mismas personas que se niegan a comer un alimento transgénico, se inyectan en sangre esta insulina transgénica (con lo peligroso y malos que dicen que son tales productos)…y siguen vivos, es más, les permite seguir vivos y seguir sujetando esas pancartas.
En cualquier caso, si este descubrimiento asquea a cualquier diabético, no está todo perdido, simplemente ha de ir buscando algún páncreas de cerdo.
A todo aquel al que le parezca esta pregunta trivial procederé a despejar las dudas a la par que dar una muy mala noticia a los diabéticos o familiares de diabéticos en contra de los transgénicos: el 93% de la insulina producida actualmente es de origen transgénico. Esta hormona era tradicional y costosamente obtenida a partir del páncreas bovino o porcino. Sin embargo, en 1982, la insulina se convirtió en la primera molécula con fines terapéuticos producida mediante ingeniería genética (transgénesis), aumentándose y facilitándose enormemente su producción industrial.
¿Y a qué le deben los diabéticos la hormona que les permite mantener en niveles adecuados la glucosa en sangre? A un organismo transgénico: Escherichia coli, una bacteria Gram negativa modelo de estudios en procariotas, que es transformada con el transgén de la insulina humana. Y a pesar de ello, ¿cuántas veces hemos visto protestas en contra de la “insulina transgénica”? Un servidor, hasta la fecha, no ha visto tal cosa ocurrir. ¿Por qué? Porque apostaría que la mayoría de las personas no tiene ni remota idea de que lo que hay en sus jeringuillas es Biotecnología. Y por ello, esas mismas personas que se niegan a comer un alimento transgénico, se inyectan en sangre esta insulina transgénica (con lo peligroso y malos que dicen que son tales productos)…y siguen vivos, es más, les permite seguir vivos y seguir sujetando esas pancartas.
En cualquier caso, si este descubrimiento asquea a cualquier diabético, no está todo perdido, simplemente ha de ir buscando algún páncreas de cerdo.
jueves, 14 de octubre de 2010
Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II
(Continuación de "Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I")
Este falso sentimiento acerca de lo que se cree es “lo natural” en términos biológicos, radica en un concepto erróneo del término “especie”. Tradicionalmente, se venía considerando una especie como el conjunto de individuos que podía reproducirse entre sí y tener descendencia fértil. Esta definición ha demostrado ser limitada, anticuada y, en ciertos casos, incorrecta. Una especie no es algo estanco, se trata simplemente de un conjunto de individuos que comparten un reservorio o conjunto de genes determinados. Y este reservorio es algo dinámico, en el que aparecen, desaparecen y se transfieren genes, tanto verticalmente (descendencia) como horizontalmente (entre individuos o especies), es decir, está dotado de una evolución consecuencia de una constante alteración genética en la que participa una transgénesis desde la aparición de la vida sobre este planeta. Esto significa que desde que aparecieron las primeras formas de vida, la transferencia de material genético entre ellas ha sido permanente, provocando cambios, mezcolanzas y divergencias durante millones de años, háblenme ahora sobre qué es natural, genuino e inalterado.
Para finalizar con este tema, me gustaría dar cuartel a los todavía arraigados (y yo diría ciegos) que sostiene que lo natural es lo que ocurre sin pasar por el laboratorio. Seamos menos estrictos con el significado de “natural” y aceptemos tal afirmación.
Lo más común es tachar los productos biotecnológicos de artificiales o antinaturales y rechazarlos para lanzarse sin reflexionar a lo más natural posible, con la menor intervención humana. De esta manera, consciente o inconsciente, se asocia “natural” con “bueno” y “modificado” con “malo”, ante lo cual me gustaría prevenir y acusar a este gente de falsos amantes de lo natural. Si tan bueno es lo natural yo les invito a que beban leche recién obtenida de la vaca, sin pasteurizar, que se coman un filete de ternera que no haya sido vacunada o que beban del agua que encuentren en una charca del campo, que son cosas de lo más natural pues evitan esa “malévola mano humana” tan ampliamente rechazada. Ya me imagino que recibiría tres rotundas negativas ¿Qué ha pasado con el ensalzamiento de lo natural? ¿Podría ser que lo natural no es tan bueno?
No contestaré a la anterior pregunta, se la dejo a ustedes, simplemente me limitaré a hacer una simple reflexión: al margen de propósitos “interesados” (que los hay), el hombre ha cambiado y cambia su entorno para su bien, para conseguir una vida mejor. En el ámbito biológico y, sobre todo, alimentario (que es de los que más críticas recibe), esos productos “artificiales” son tal cosa por y para nosotros y en muchos casos, no en todos, debemos alegrarnos de que, al ver un producto, comprobemos que el hombre ha ejercido una acción sobre él: podemos seguir con nuestras “incómodamente artificiales vidas”.
Este falso sentimiento acerca de lo que se cree es “lo natural” en términos biológicos, radica en un concepto erróneo del término “especie”. Tradicionalmente, se venía considerando una especie como el conjunto de individuos que podía reproducirse entre sí y tener descendencia fértil. Esta definición ha demostrado ser limitada, anticuada y, en ciertos casos, incorrecta. Una especie no es algo estanco, se trata simplemente de un conjunto de individuos que comparten un reservorio o conjunto de genes determinados. Y este reservorio es algo dinámico, en el que aparecen, desaparecen y se transfieren genes, tanto verticalmente (descendencia) como horizontalmente (entre individuos o especies), es decir, está dotado de una evolución consecuencia de una constante alteración genética en la que participa una transgénesis desde la aparición de la vida sobre este planeta. Esto significa que desde que aparecieron las primeras formas de vida, la transferencia de material genético entre ellas ha sido permanente, provocando cambios, mezcolanzas y divergencias durante millones de años, háblenme ahora sobre qué es natural, genuino e inalterado.
Para finalizar con este tema, me gustaría dar cuartel a los todavía arraigados (y yo diría ciegos) que sostiene que lo natural es lo que ocurre sin pasar por el laboratorio. Seamos menos estrictos con el significado de “natural” y aceptemos tal afirmación.
Lo más común es tachar los productos biotecnológicos de artificiales o antinaturales y rechazarlos para lanzarse sin reflexionar a lo más natural posible, con la menor intervención humana. De esta manera, consciente o inconsciente, se asocia “natural” con “bueno” y “modificado” con “malo”, ante lo cual me gustaría prevenir y acusar a este gente de falsos amantes de lo natural. Si tan bueno es lo natural yo les invito a que beban leche recién obtenida de la vaca, sin pasteurizar, que se coman un filete de ternera que no haya sido vacunada o que beban del agua que encuentren en una charca del campo, que son cosas de lo más natural pues evitan esa “malévola mano humana” tan ampliamente rechazada. Ya me imagino que recibiría tres rotundas negativas ¿Qué ha pasado con el ensalzamiento de lo natural? ¿Podría ser que lo natural no es tan bueno?
No contestaré a la anterior pregunta, se la dejo a ustedes, simplemente me limitaré a hacer una simple reflexión: al margen de propósitos “interesados” (que los hay), el hombre ha cambiado y cambia su entorno para su bien, para conseguir una vida mejor. En el ámbito biológico y, sobre todo, alimentario (que es de los que más críticas recibe), esos productos “artificiales” son tal cosa por y para nosotros y en muchos casos, no en todos, debemos alegrarnos de que, al ver un producto, comprobemos que el hombre ha ejercido una acción sobre él: podemos seguir con nuestras “incómodamente artificiales vidas”.
Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I
No pocas veces he escuchado “eso no es natural” refiriéndose a algún aspecto de la Biotecnología y muy especialmente en lo que a transgénesis se refiere. En un primer momento pienso de forma condescendiente y lo achaco a la ingenuidad, hasta que escucho la segunda parte: “lo natural es lo que no ha sido manipulado por el hombre”. En ese momento, veo que no es ingenuidad lo que subyace a la gran mayoría de nuestra sociedad (especialmente la no muy familiar con el campo biológico), sino ignorancia. Permítanme ponerles un ejemplo para que no haya duda alguna sobre lo que quiero decir:
Como bien es sabido, España es la “despensa” de maíz transgénico de Europa, un maíz que recibe el apodo de “Bt” consecuencia del transgén del que es portador (el gen de la toxina “Bt”, del cual hablaremos en posteriores entradas). Frente a este cereal, encontramos el trigo de panadería de toda la vida (Triticum aestivum) al que nadie duda en ponerle la etiqueta de “natural”. ¿Natural? Si toda la gente que hace tal afirmación echara un vistazo al genoma del trigo muy probablemente se llevaría las manos a la cabeza: encontraría 3 genomas distintos (formando parte de un único gran genoma, evidentemente). ¿Qué significa esto? Que lo que hoy es nuestro trigo “natural” en su día fueron 3 especies de trigos totalmente distintas… hasta que apareció el hombre. No entraré en detalles sobre el proceso y las especies implicadas dado que esto no es una lección de Biología Molecular, pero el cultivo de una de las especies ancestrales (9.000 a.C. aproximadamente), y por tanto su expansión y colonización de nuevos ambientes en detrimento de ciertas especies autóctonas de tales zonas, provocó su contacto y posterior fusión con otras especies con las que “no era natural” que estuviera en contacto, dando lugar hace algo más de 2.000 años a nuestro trigo. De este modo, se llama “natural” a una planta resultado de la fusión de 3 especies distintas pero se pone el grito en el cielo cuando lo que cambia es un único gen; es, por lo menos y por desgracia, cómico.
La moraleja de esta historia es la que sigue y ya comenté en la entrada “¿Qué es la Biotecnología?”: desde que el hombre existe ha modificado su entorno con las herramientas de que ha dispuesto en función de la época, y eso incluye los seres vivos. Esto significa que, de una u otra manera, más directa o indirectamente, nos demos o no cuenta, los seres vivos que nos rodean llevan siendo modificados por nosotros desde hace más de 9.000 años. Espero que ahora me entiendan cuando, párrafo atrás, tachaba de ignorante la afirmación “lo natural es lo que no ha sido manipulado por el hombre”, pues esta afirmación condena a la trivialidad y a la posterior desaparición a la misma palabra y, de hecho, de ser esa su definición, podría dudarse de la existencia de “lo natural” en lo que a lo biológico se refiere.
(Continuación en "Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II")
Como bien es sabido, España es la “despensa” de maíz transgénico de Europa, un maíz que recibe el apodo de “Bt” consecuencia del transgén del que es portador (el gen de la toxina “Bt”, del cual hablaremos en posteriores entradas). Frente a este cereal, encontramos el trigo de panadería de toda la vida (Triticum aestivum) al que nadie duda en ponerle la etiqueta de “natural”. ¿Natural? Si toda la gente que hace tal afirmación echara un vistazo al genoma del trigo muy probablemente se llevaría las manos a la cabeza: encontraría 3 genomas distintos (formando parte de un único gran genoma, evidentemente). ¿Qué significa esto? Que lo que hoy es nuestro trigo “natural” en su día fueron 3 especies de trigos totalmente distintas… hasta que apareció el hombre. No entraré en detalles sobre el proceso y las especies implicadas dado que esto no es una lección de Biología Molecular, pero el cultivo de una de las especies ancestrales (9.000 a.C. aproximadamente), y por tanto su expansión y colonización de nuevos ambientes en detrimento de ciertas especies autóctonas de tales zonas, provocó su contacto y posterior fusión con otras especies con las que “no era natural” que estuviera en contacto, dando lugar hace algo más de 2.000 años a nuestro trigo. De este modo, se llama “natural” a una planta resultado de la fusión de 3 especies distintas pero se pone el grito en el cielo cuando lo que cambia es un único gen; es, por lo menos y por desgracia, cómico.
La moraleja de esta historia es la que sigue y ya comenté en la entrada “¿Qué es la Biotecnología?”: desde que el hombre existe ha modificado su entorno con las herramientas de que ha dispuesto en función de la época, y eso incluye los seres vivos. Esto significa que, de una u otra manera, más directa o indirectamente, nos demos o no cuenta, los seres vivos que nos rodean llevan siendo modificados por nosotros desde hace más de 9.000 años. Espero que ahora me entiendan cuando, párrafo atrás, tachaba de ignorante la afirmación “lo natural es lo que no ha sido manipulado por el hombre”, pues esta afirmación condena a la trivialidad y a la posterior desaparición a la misma palabra y, de hecho, de ser esa su definición, podría dudarse de la existencia de “lo natural” en lo que a lo biológico se refiere.
(Continuación en "Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II")
martes, 12 de octubre de 2010
¿Qué es la Biotecnología?
Para empezar por el principio, no estaría de más saber de qué estamos hablando cuando ponemos en nuestra boca la palabra "biotecnología", y quizás sea la más perezosa la mejor definición que pueda darse: la tecnología de la vida.
Desde que el hombre es hombre se ha caracterizado por la manipulación de su entorno, somos la única especie sobre este planeta que no se adapta al medio, adapta el medio a ella, si bien esto podría interpretarse como una manera de hacer lo primero. La cuestión es que, al igual que huesos, rocas, maderas, metales fueron y son, como parte del entorno, modificados por los hombres para conseguir algún tipo de beneficio, los seres vivos son también parte del mismo entorno, y por lo tanto también susceptibles de uso y/o modificación por parte del ser humano, lo cual (muy al contrario de lo que pueda pensarse) fue descubierto muy tempranamente en nuestra escueta historia como especie.
De este modo, la Biotecnología no es más que la aplicación de un conjunto de tecnicas a los organismos vivos u orgánicos o estructuras derivadas de estos con objeto de producir algún tipo de beneficio. Atendiendo a esta definición, salta a la vista el gran abanico de aplicaciones que tiene esta ciencia: desde la fabricación del pan o cerveza hasta la clonación y creación de plantas transgénicas pasando por una amplísima variedad (que serán tratadas en otras entradas) de otros campos.
Así pues, muy en contra de lo que opina una gran mayoría en cuanto escucha la palabra "biotecnología", ésta ya nació cuando allá en el Neolítico (7.000-4.000 a.C.) el hombré comenzó a domesticar animales y a cultivar vegetales, desechando las variedades, estirpes o individuos de menor interés y favoreciendo el desarrollo de aquellos más beneficiosos: el hombre había empezado a influir y a cambiar (de forma más determinante de lo que se cree) la vida, había surgido la Biotecnología.
Por lo tanto, me gustaría instar a los lectores de este post a que reflexionasen sobre qué entienden ellos por Biotecnología, a que se olviden de los muy posibles prejuicios adquiridos a raíz del tan crítico uso que ciertas fuentes y organizaciones hacen de la Ingeniería Genética (que no debe nunca confundirse con Biotecnología pues la primera sólo es una herramienta para alcanzar la segunda) y a que piensen que dicha ciencia ha acompañado al hombre desde muy poco después de su nacimiento y que forma parte de nuestras vidas de manera indisoluble, nunca mejor dicho "es el pan nuestro de cada día."
Desde que el hombre es hombre se ha caracterizado por la manipulación de su entorno, somos la única especie sobre este planeta que no se adapta al medio, adapta el medio a ella, si bien esto podría interpretarse como una manera de hacer lo primero. La cuestión es que, al igual que huesos, rocas, maderas, metales fueron y son, como parte del entorno, modificados por los hombres para conseguir algún tipo de beneficio, los seres vivos son también parte del mismo entorno, y por lo tanto también susceptibles de uso y/o modificación por parte del ser humano, lo cual (muy al contrario de lo que pueda pensarse) fue descubierto muy tempranamente en nuestra escueta historia como especie.
De este modo, la Biotecnología no es más que la aplicación de un conjunto de tecnicas a los organismos vivos u orgánicos o estructuras derivadas de estos con objeto de producir algún tipo de beneficio. Atendiendo a esta definición, salta a la vista el gran abanico de aplicaciones que tiene esta ciencia: desde la fabricación del pan o cerveza hasta la clonación y creación de plantas transgénicas pasando por una amplísima variedad (que serán tratadas en otras entradas) de otros campos.
Así pues, muy en contra de lo que opina una gran mayoría en cuanto escucha la palabra "biotecnología", ésta ya nació cuando allá en el Neolítico (7.000-4.000 a.C.) el hombré comenzó a domesticar animales y a cultivar vegetales, desechando las variedades, estirpes o individuos de menor interés y favoreciendo el desarrollo de aquellos más beneficiosos: el hombre había empezado a influir y a cambiar (de forma más determinante de lo que se cree) la vida, había surgido la Biotecnología.
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