(Continuación de Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte I)
¿Por qué ocurre todo esto? Porque del hispanohablante medio puede decirse, grosso modo, que hoy actúa como traductor, pero como una especie peculiar de traductor: el que no traduce. La cuestión es, siendo este el retazo de ciencia de esta entrada, que algo semejante ocurre con el especialista. Nos guste o no, lo cierto es que hoy el lenguaje científico en español es en buena medida el resultado de un proceso de traducción a partir del inglés.
No obstante, lo que aquí me gustaría denunciar es que muchos de los extranjerismos que se asientan finalmente en la lengua tienen su origen, simplemente, en malas traducciones. En realidad, todo extranjerismo es el resultado de una traducción fallida, por error o por omisión, con intención o sin ella. Es cierto que a veces la mejor o la única solución es utilizar un préstamo o calco, lo que parece más discutible es la tendencia excesiva que se observa a valernos de dichos argumentos para sustentar la previsible conclusión de que está justificado aceptar el anglicismo. Esto no es así pues parece que el mero hecho de que muchos hablantes usen ya un extranjerismo impide usar el equivalente autóctono. Ante esto habría que recordar que, por muy implantado que esté el extranjerismo, muchas veces es técnicamente correcto emplear el sinónimo nativo.
¿Qué revela esta situación? Ni más ni menos una gran falta de confianza en la capacidad de los hablantes para generar lengua de manera autónoma. Incluso cuando hoy se crea un organismo internacional en inglés, una “authority” o “agency”, por ejemplo, se tiende al calco: autoridad, agencia, por temor a que una denominación más “castiza” (organismo, junta, oficina, etc.) no “prolifere”.
Y así, seguimos bebiendo de la vitalidad de otra lengua sin dar muestra alguna de la creatividad léxica del español, entregándonos por completo al influjo del inglés. De este modo, la fascinación por el prestigio del inglés nos conduce el desinterés por la propia lengua y la caída de ésta en el desprestigio.
Me gustaría terminar aclarando que no tengo nada en contra de la lengua inglesa, de hecho, por motivos tanto personales como profesionales es posible que haga tanto uso de ella como del castellano. No estoy criticando el uso de la lengua inglesa, estoy criticando del uso que de ella se hace para destruir la nuestra propia. Sólo los hablantes que conozcan ambas lenguas podrán hablar inglés O castellano, mientras que la inmensa mayoría, desconocedores tanto de la extranjera como de la suya propia, no hablarán ni la una ni la otra, sino una mezcla sin razón de ser.
Para lectura adicional:
Interferencia lingüística y traducción
¿Pierde el traductor su papel o ha perdido los papeles?*
Fco. Javier Muñoz Martín y María Valdivieso Blanco**
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