22 de septiembre de 1928, un científico lleva varios días realizando una serie de experimentos cuando se da cuenta de que, como ocurre normalmente cuando se trabaja sin cuidado en el laboratorio, una de sus placas de Petri con un cultivo de Staphylococcus aureus ha sido contaminada por un hongo, por lo que, ya inservible, se dispone a tirarla. Sin embargo, antes de deshacerse de ella, le echa un segundo vistazo y algo llama su atención cuando sus ojos ven lo siguiente:
Pronto se dio cuenta de que, curiosamente, la bacteria no crecía en los alrededores del hongo, como si éste produjese alguna sustancia que impidiese su crecimiento. Ese hombre se llamaba Alexander Fleming y acababa de descubrir la penicilina.
Mucho ha llovido desde entonces y hoy en día los antibióticos se han convertido en indispensables en medicina humana y animal, horticultura, investigación, etc. No obstante, bien es sabido que estas sustancias no son el arma definitiva contra los microorganismos, como en un primer momento se supuso, pues científicos se encontraron con un gran y terrorífico problema (aún hoy día): las resistencias a los antibióticos.
Que no haya confusión al respecto, resistencia a antibiótico no se refiere a una especie de microorganismo en concreto que no sea susceptible a esa sustancia, tal problema se soluciona estudiando qué cualidades le permite ser resistente y buscar otro tipo de antibiótico más adecuado. El problema consiste en que una vez que se ha encontrado un antibiótico que afecta a una especie en concreto y da un buen resultado, de repente un día se encuentra que deja de serlo, se ha vuelto resistente y el paciente no responde al tratamiento, el antibiótico y los miles de millones de euros que ha costado su producción se hacen inútiles y nos quedamos indefensos ante este patógeno. Este es actualmente un gran motivo de preocupación en el área médica, motivo por el cual se desea controlar el abuso de uso de estas sustancias, pues con él aparecen estas resistencias.
¿Qué está pasando realmente? En una palabra: mutación. Sin embargo, en contra de lo que parece indicar la forma en que se habla de este tema, esa mutación no es provocada por el uso del antibiótico. Como ya demostraron Luria y Delbrück, y acorde con lo expuesto en la entrada “Vida sin Fin...alidad”, la mutación responsable de esa resistencia ocurre de forma totalmente aleatoria, independientemente de que haya o no haya antibiótico. No obstante, esto no quiere decir que el uso de estas sustancias no favorezca su afianzamiento, me explico: en situaciones normales (sin antibiótico) ese microorganismo mutado no tendría, en principio, ninguna ventaja sobre el resto, es más, puede que ese cambio venga acompañado de una pequeña desventaja metabólica o de algún otro tipo, de modo que con el paso del tiempo esta célula se diluiría entre sus congéneres no mutados y podría acabar desapareciendo. Sin embargo, con antibiótico en el medio, ese microorganismo sería el único que sobreviviría, desapareciendo toda la competencia y pudiendo así perpetuarse en el tiempo y en el espacio: el microbio se ha vuelto resistente al antibiótico.
Así pues, parece que los cazadores nos hemos convertido en cazados y el arma que nos descubrió Fleming se está quedando sin balas. Los médicos que tratan las enfermedades infecciosas están preocupados por la perspectiva de no disponer de antibióticos eficaces para tratar a pacientes gravemente enfermos en un futuro próximo. La investigación en nuevos antibióticos está cada vez más parada, las principales empresas farmacéuticas están perdiendo interés en los antibióticos dado que ya no dan tantos beneficios. Según parece necesitamos un nuevo arma... ¿qué, quién o quiénes podrán proporcionarla?
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