La eterna juventud, ideal que siempre ha obsesionado al hombre, podría no ser tan quimérico como en principio cabría esperar. Hace unos días se publicaba que un equipo de científicos ha conseguido dar “marcha atrás” a la degeneración consecuencia del envejecimiento en tejido de ratón. Aunque por desgracia en el artículo no se pormenorizan los detalles del trabajo, parece estar basado en la activación de la enzima denominada “telomerasa”.
Cuando una célula se divide ha de duplicar su ADN y, como es comúnmente conocido, en células eucariotas el ADN se encuentra en forma lineal componiendo los cromosomas. Pues bien, en cada división o duplicación de ADN, por motivos que no comentaré en este post, el extremo de los cromosomas no puede ser replicado, faltándole al nuevo cromosoma un fragmento que el “original” sí tenía. Esto significa que, con cada división de la célula, sus cromosomas se van acortando, hasta que se pierde información (ADN) vital para la supervivencia celular y ésta muere. Es decir, en principio, una misma célula sólo puede dividirse un número limitado de veces.
Aquí es donde entra en juego la telomerasa, la cual es en realidad una ribonucleoproteína, es decir, un complejo formado por proteínas y ARN que en este caso posee actividad catalítica, sin embargo la denominaremos “enzima” por comodidad. Pues bien, esta enzima, que no se encuentra en células somáticas “normales”, es capaz de “rellenar” ese hueco de los nuevos cromosomas que se van formando, no perdiendo éstos por lo tanto información con respecto al “original”. De esta forma, una célula con este enzima tiene la capacidad de dividirse de forma indefinida.
Los científicos responsables del descubrimiento afirman que la activación de este enzima regenera la funcionalidad de tejidos degenerados a causa de la edad, y ahí se centra su trabajo, cuyo resultado, como ellos mismos afirman, es incierto aunque de momento hayan conseguido restaurar la juventud fisiológica.
Me gustaría hacer el inciso de que este enzima está activa de forma natural en células embrionarias, pues de su división se han de originar el resto de tejidos, por lo que no pueden tener un “número límite” de divisiones. No obstante, y he aquí lo peligroso, este enzima también se encuentra invariablemente presente en células cancerosas. De hecho, sin esta enzima, en principio, no existiría el cáncer, pues cuando una célula se volviese cancerosa su limitado número de divisiones le impediría formar el tumor. Por lo tanto, ha de valorarse el trabajo de estos investigadores dado que “jugar” con este enzima no sólo te puede llevar a la “juventud”, sino a una proliferación neoplásica descontrolada.
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