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sábado, 27 de noviembre de 2010

La vida: el mayor de los parásitos

¿Por qué morimos? Pregunta que ha tratado, sin éxito, de ser respondida desde que el sapiens se hizo sapiens sapiens. Lejos de los más o menos banales y más o menos patéticos intentos de explicar qué, cómo o porqué ocurre la muerte, hecho que ha estado sujeto a los distintos enfoques desde los que tradicionalmente se ha tratado de abordar el tema (Religión, Medicina, Teleología), yo expongo algo más sencillo, el motivo primigenio que subyace a tal proceso: es útil.

En nuestra inconsolable agonía muchas veces damos con una pregunta fundamental, ¿Por qué tenemos que morir? ¿Por qué un ser vivo no puede permanecer en tal estado indefinidamente? Trágicamente para nosotros, la respuesta puede tacharse de cruel: no es rentable.

Para ilustrar a qué me refiero, hemos de remontarnos al origen de la vida y empezar por la mínima unidad que puede ser considerada viva, la célula. Simplificando hasta el absurdo, pues lo comentaré en más detalle en una entrada posterior, en la Tierra primigenia surge una molécula capaz de realizar trabajo molecular y además autorreplicarse que se rodea de membranas y forma las primeras células. Ahora bien, como comentaba en “Mutaciones comestibles”, esa molécula es lábil y a lo largo del tiempo va deteriorándose junto con el resto de componentes celulares, situación que “la vida” ha de paliar si desea sobrevivir. Posible soluciones: reparación celular continua o creación de una nueva “copia” de la célula, más joven y sana, y por lo tanto con más posibilidades de sobrevivir, convirtiendo a la célula anterior en innecesaria (pues ahora se tiene una versión “más nueva” de la misma). Económicamente no hay duda alguna: ¿porqué va a gastar la célula energía continuamente en reparaciones cuando nunca conseguirá volver a estar en el mismo estado que cuando era “nueva” pudiendo hacer de forma barata una copia renovada de sí misma?

Antes de continuar, me gustaría señalar que, para hacer de la explicación algo más ligero y comprensible, estoy hablando en términos teleológicos, cosa que como ya denunciaba en “Vida sin Fin...alidad” es del todo incorrecta. La vida no eligió nada, si alguna vez hubo alguna forma de vida que no muriese es evidente que no tuvo mucho éxito, pues hoy no existe luego se extinguió. Sin embargo, el tener esta forma de perpetuación (la muerte), a su vez condicionada por las características moleculares de las biomoléculas, hizo posible que la vida sobreviviera y esa es la razón por la que todos y cada uno de los seres vivos estamos donde estamos, salta a la vista que de otra forma no ha sido posible.

Regresando al sapiens sapiens, aunque mucho más complejos, nuestros cuerpos siguen el mismo patrón que la célula de la que hablábamos. Con el paso de los años nuestros órganos y tejidos se van deteriorando, de forma que no resulta nada práctico una reparación de por vida. De esta forma, estamos vivos mientras somos útiles para propagar la vida, la vida nos utiliza hasta que le dejamos de ser de servicio para perpetuarse en el tiempo, momento en el que pierde interés en nosotros para “invadir” otra forma que le permita perpetuarse a más largo plazo: nuestra descendencia.


A sabiendas de todo esto y tras una breve reflexión, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la vida actúa como un parásito, un ser que se aprovecha de ti para poder sobrevivir, hasta que le dejas de ser útil y, en vez de gastar energía en agradecerte tu hospitalidad y ayudar a reparar los daños que has podido sufrir, te abandona para poder seguir sobreviviendo. Sólo somos portadores de una molécula que “aprendió” a copiarse a sí misma y que, gracias a su escurridiza estrategia que para nosotros supone la muerte, ha conseguido dominar un planeta entero en multitud de formas y en todos sus medios. Con nuestra muerte ha conseguido su inmortalidad.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hombre, Mujer y Genes

No somos iguales. Aunque en los tiempos que corren esté mal visto hacer afirmaciones del estilo, los hombres y las mujeres no son iguales, al menos biológicamente.

300 millones de años a. C., tras el desprendimiento de los mamíferos de la rama evolutiva de los reptiles, un par de autosomas (cromosomas no sexuales) comienzan a diferenciarse en los cromosomas sexuales. Uno de esos dos cromosomas, el portador del gen determinante del sexo masculino y que posteriormente se denominaría como “Y”, se va degenerando y perdiendo genes hasta convertirse en un raquítico reflejo de lo que un día fue: un cromosoma grande con multitud de genes (tanto ligados como no ligados al sexo) al igual que su pareja, no degenerada, el cromosoma X.


No con poca frecuencia este hecho hace pensar, especialmente a las mujeres (que poseen dos cromosomas X), que ellas son genéticamente superiores, o al menos poseen más genes en funcionamiento, que los hombres (que poseen un cromosoma X y otro Y). Nada más lejos de la realidad.

Si en una determinada especie los sexos tuviesen distinto número de genes o, propiamente hablando, distinta dosis génica, eso implicaría distintas capacidades de respuesta y adaptación al entorno. Con el transcurso de miles de años, uno de los dos sexos podría desaparecer debido a una adaptación deficiente o, cuando menos, diferente, quedando únicamente el otro sexo para finalmente compartir el destino del primero. Por este motivo ambos sexos han de tener la misma dosis génica, ser igual de “resistentes”, pues la muerte de uno conlleva la muerte del otro.

¿Y cómo se corrige esa diferencia de dosis génica en el ser humano dada por las diferencias entre los cromosomas X e Y? Para posible decepción de las mujeres, uno de sus dos cromosomas X (que recibe el nombre de corpúsculo de Barr) en todas y cada una de sus células somáticas está condensado e inactivado, es decir, “no funciona”. Esto significa que, a efectos prácticos, se podría decir que las mujeres no poseen 46 cromosomas, sino 45. Por contra, los hombres poseen 46 cromosomas funcionales, sin embargo, como ya señalaba, el pequeño cromosoma Y apenas tiene un puñado de genes, y la mayoría relacionados con el sexo, por lo que las dosis génicas quedan compensadas.

A modo de colofón y como apunte para los interesados en el tema, me gustaría señalar el cromosoma X inactivado, es decir, el corpúsculo de Barr, no está inactivo completamente. Algunos genes sí se expresan, pues en el caso de que el cromosoma completo estuviera inactivado, todas las mujeres sufrirían funcionalmente el denominado síndrome de Turner, enfermedad genética que afecta a los individuos con los 44 autosomas y un único cromosoma sexual, el X.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Salvar el mundo sin saber de qué

Como ya comentaba en “La espontaneidad de lo Artificial”, Greenpeace tiene a disposición del público el siguiente enlace para dar a conocer la “maldad” de los transgénicos:

http://www.greenpeace.org/espana/campaigns/transgenicos

El objetivo de este post es descubrir cuánto sabe Greenpeace acerca de lo que critica.

Cito literalmente: “Un transgénico (Organismo Modificado Genéticamente, OMG) es un organismo vivo que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes.” Comenzamos ya desde el principio viendo que no saben ni de qué están hablando, pues no es lo mismo un transgénico que un organismo modificado genéticamente. Un OMG no implica transgénesis (puede ser, por ejemplo, supresión de algún determinado gen, sin transferencia de material genético entre especies), mientras que un transgénico sí la implica.

Cito literalmente: “Las técnicas de ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano)”. Nueva demostración de la inagotable sabiduría de la que hacen gala: los virus no son seres vivos.

Cito literalmente: “La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies”. Esta gran falsedad queda respondida en la entrada “La espontaneidad de lo Artificial”.

Cito literalmente: “Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles”. Me pregunto: ¿si son imprevisibles cómo saben que son irreversibles? Esta frase en particular viene precedida de una retahíla de algunos potenciales peligros ninguno demostrado hasta ahora. (La electricidad también tiene potenciales peligros, te puedes electrocutar, te puedes quemar con las bombillas, puedes construir sillas eléctricas, etc. Y no veo muchas protestas al respecto).

Cito literalmente: “Los riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente”. Dada la cantidad de errores e ingenuidades que llevamos vista del artículo me parece de risa que se atrevan a poner en entredicho la calidad de evaluación sanitaria. En cualquier caso, los transgénicos son los alimentos que mayor regulación tienen y más estrictas pruebas han de superar, motivo por el cual en España sólo encontramos el maíz Bt (véase entrada “¿Qué le pasa al maíz?”).

El resto de cuestiones de índole político-económica mencionadas no las abordaré pues es algo que no depende ni de los transgénicos ni de la biotecnología, sino del uso que el hombre hace de ellos.


Así pues, me gustaría cerrar este post recordando que no hay que sucumbir a los sensacionalismos ni a las respuestas fáciles, sino que antes de juzgar hay que saber qué se está juzgando.

La Espontaneidad de lo “Artificial”

Largo y tendido se discutió sobre qué era o dejaba de ser natural en “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I” y “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II”. Tras un periodo sin volver a tocarlo, rescatamos el tema esta semana para difuminar aún más, si cabe, el tan ignorantemente tratado concepto de “natural”.

Hace unos días se me pasaba la dirección de una página web de Greenpeace en la que se hace campaña contra los transgénicos. Pues bien, hoy les traigo una muestra de la profundidad con la que Greenpeace conoce lo que critica. Entre otras cosas (véase la entrada “Salvar el mundo sin saber de qué”), en el escrito se sostiene literalmente que “La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies”. Como ya anunciaba en “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I” y “Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II”, esto es absolutamente falso, habiendo no poco importantes casos que demuestran lo contrario y a los que, con toda seguridad, les dedicaré un post en el futuro. No obstante, hoy me quedo “sentado en el banquillo” mientras unos profesionales competentes de verdad que sí saben de lo que hablan (cosa que no se puede decir de Greenpeace en lo que a este documento se refiere) les responden por mí:

http://www.sciencedaily.com/releases/2010/11/101104083102.htm


Por si entre los lectores reina la pereza de leer el documento entero, se lo resumo muy fácilmente: el estudio demuestra que se producen plantas transgénicas de forma “natural”, saltándose así la barrera de especie, insisto, de forma “natural”, sin intervención del hombre. Parece que más de uno deberá pensarlo dos veces antes de repetir ciertas aseveraciones de manera tan gratuita (e ignorante).

sábado, 13 de noviembre de 2010

Antibióticos sin “Anti”

22 de septiembre de 1928, un científico lleva varios días realizando una serie de experimentos cuando se da cuenta de que, como ocurre normalmente cuando se trabaja sin cuidado en el laboratorio, una de sus placas de Petri con un cultivo de Staphylococcus aureus ha sido contaminada por un hongo, por lo que, ya inservible, se dispone a tirarla. Sin embargo, antes de deshacerse de ella, le echa un segundo vistazo y algo llama su atención cuando sus ojos ven lo siguiente:


Pronto se dio cuenta de que, curiosamente, la bacteria no crecía en los alrededores del hongo, como si éste produjese alguna sustancia que impidiese su crecimiento. Ese hombre se llamaba Alexander Fleming y acababa de descubrir la penicilina.

Mucho ha llovido desde entonces y hoy en día los antibióticos se han convertido en indispensables en medicina humana y animal, horticultura, investigación, etc. No obstante, bien es sabido que estas sustancias no son el arma definitiva contra los microorganismos, como en un primer momento se supuso, pues científicos se encontraron con un gran y terrorífico problema (aún hoy día): las resistencias a los antibióticos.

Que no haya confusión al respecto, resistencia a antibiótico no se refiere a una especie de microorganismo en concreto que no sea susceptible a esa sustancia, tal problema se soluciona estudiando qué cualidades le permite ser resistente y buscar otro tipo de antibiótico más adecuado. El problema consiste en que una vez que se ha encontrado un antibiótico que afecta a una especie en concreto y da un buen resultado, de repente un día se encuentra que deja de serlo, se ha vuelto resistente y el paciente no responde al tratamiento, el antibiótico y los miles de millones de euros que ha costado su producción se hacen inútiles y nos quedamos indefensos ante este patógeno. Este es actualmente un gran motivo de preocupación en el área médica, motivo por el cual se desea controlar el abuso de uso de estas sustancias, pues con él aparecen estas resistencias.

¿Qué está pasando realmente? En una palabra: mutación. Sin embargo, en contra de lo que parece indicar la forma en que se habla de este tema, esa mutación no es provocada por el uso del antibiótico. Como ya demostraron Luria y Delbrück, y acorde con lo expuesto en la entrada “Vida sin Fin...alidad”, la mutación responsable de esa resistencia ocurre de forma totalmente aleatoria, independientemente de que haya o no haya antibiótico. No obstante, esto no quiere decir que el uso de estas sustancias no favorezca su afianzamiento, me explico: en situaciones normales (sin antibiótico) ese microorganismo mutado no tendría, en principio, ninguna ventaja sobre el resto, es más, puede que ese cambio venga acompañado de una pequeña desventaja metabólica o de algún otro tipo, de modo que con el paso del tiempo esta célula se diluiría entre sus congéneres no mutados y podría acabar desapareciendo. Sin embargo, con antibiótico en el medio, ese microorganismo sería el único que sobreviviría, desapareciendo toda la competencia y pudiendo así perpetuarse en el tiempo y en el espacio: el microbio se ha vuelto resistente al antibiótico.

Así pues, parece que los cazadores nos hemos convertido en cazados y el arma que nos descubrió Fleming se está quedando sin balas. Los médicos que tratan las enfermedades infecciosas están preocupados por la perspectiva de no disponer de antibióticos eficaces para tratar a pacientes gravemente enfermos en un futuro próximo. La investigación en nuevos antibióticos está cada vez más parada, las principales empresas farmacéuticas están perdiendo interés en los antibióticos dado que ya no dan tantos beneficios. Según parece necesitamos un nuevo arma... ¿qué, quién o quiénes podrán proporcionarla?

martes, 9 de noviembre de 2010

Biotechnology en Castellano

Esta semana me gustaría recomendar otra lectura de nuevo centrada en nuestro país. Esta vez, lejos de críticas, versa sobre las líneas generales de la Biotecnología en España, tratando de dar una idea global sobre tanto las figuras biotecnológicas como la Biotecnología de hecho con las que cuenta nuestra nación.

El link es el que sigue: http://www.asebio.com/es/noticia.cfm?iid=02nov10


sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Qué le pasa al maíz?

A pesar de que hoy en día muchas veces no sabemos lo que comemos, ya ni siquiera sabemos lo que cultivamos; hablemos de la “despensa europea de maíz transgénico”: nuestro querido país.

Muy en contra de lo que se pueda pensar, en España se cultiva un y sólo un tipo de alimento transgénico: el “maíz Bt”. Y la gente ajena a este mundo y que ha oído hablar de él sólo coincide en que prefiere el “natural”, pero a la pregunta “¿y qué tiene el maíz transgénico ese?” el silencio es la única respuesta, sólo sabemos que es malo. Pues bien, hoy vamos a arrojar un poco de luz sobre qué “maldad” se está cultivando en nuestra tierra.

Como en toda buena explicación, se debe empezar por el nombre, “Bt”, ¿qué significa? Pues ni más ni menos que Bacillus thuringiensis, un bacilo flagelado, esporulado y Gram positivo que se encuentra de forma natural en el suelo. Lo especial de esta bacteria es que tiene una peculiaridad: al producir esporas, genera unos cristales proteicos (proteínas) que reciben el nombre de “toxina Bt” o proteína “Cry”. Si un insecto ingiere los cristales, estos llegan a su intestino medio, donde la proteína se une a un receptor específico de las membranas epiteliales de las células del intestino, lo que genera poros que desequilibran su balance osmótico y provocan la lisis celular de esta parte del aparato digestivo, causando la muerte del insecto. Me gustaría insistir en el hecho de que el receptor sobre el que actúa es específico del insecto, es decir, no es que esta proteína sea inocua sólo para mamíferos, aves y demás animales distintos de insectos, sino que también lo es para todos los insectos distintos de la especie susceptible a la determinada proteína “Cry” (de la cual hay varios tipos, que afectan a distintos tipos de insectos).

Regresando al nuestro cultivo, tradicionalmente los agricultores sufrían muchísimas pérdidas económicas cuando estos se insectos se comían el maíz. Solución: uso masivo de insecticidas para eliminar las plagas, con lo poco que gusta eso al consumidor. Pero entonces se encendió una bombilla: ¿y si una de las muchas proteínas que tiene el maíz fuera la proteína “Cry”? Y así se hizo, tomado prestado el gen de Bacillus thuringiensis, nació el maíz Bt, exactamente igual que el anterior salvo que contiene una proteína más, la cual a nosotros no se nos indigesta pero sí a los insectos que se lo intentan comer, dando fin así al uso masivo de pesticidas gracias a una planta que ahora puede defenderse por sí sola.




No obstante, de forma inevitable ahora es cuando surgen las preguntas y la desconfianza: “¿pero seguro que es inocuo para nosotros?” Inmensidad de pruebas se han llevado a cabo y una tras otra lo han confirmado, en ningún caso se ha demostrado un efecto pernicioso para la salud. ¿Por qué? Porque es una proteína más, como las otras que consumimos al comer maíz, la cual es hidrolizada en nuestro estómago e intestino delgado para así nutrirnos, es decir, que no sólo no es perjudicial sino que es alimenticia.

Así pues, la próxima vez que tengamos un bote de maíz transgénico español en nuestras manos, podremos dejarnos de miedos causados por nuestro desconocimiento e ignorancia sobre el tema para pasar a la tranquilidad generada por nuestro saber e instrucción. La oscuridad da miedo hasta que se enciende la luz.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Más sobre la Ciencia en España

Esta vez no seré yo quien critique ni reproche, para que no se me acuse de repetitivo, sino que me limitaré a recomendar la lectura de las palabras de un señor catedrático de la universidad de Alcalá de Henares, en relación con el post anterior, "España: 1% de Ciencia", para todo aquel que desee indagar más en nuestro más que preocupante problema ibérico.

El enlace es el que sigue:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/clima/2010/10/28/investigacion-el-desastre-de-espana.html