Ese es el porcentaje de su tiempo que los programas informativos dedican a la ciencia en este país, según publicaba “el mundo” hace unos días, periódico que, al menos y es el motivo por el que lo cito, es de los pocos que tiene (en su edición online) una bien delimitada sección científica al margen de la calidad de la misma.
Lo normal podría parecer comenzar a criticar el rechazo de los medios de comunicación hacia la ciencia, pero sería como tratar los síntomas en vez de la enfermedad. Los informativos quieren audiencia, y para ello emiten noticias que no sólo informen sino que también atraigan espectadores. Por lo tanto, si no hay más tiempo dedicado al mundo científico es porque no aporta tanta audiencia, es decir, la culpa es en realidad de esta nuestra querida España, a la que le da igual que haya sido descubierto un nuevo tratamiento contra el cáncer mientras se vea cómo se gritan los diputados en el Congreso o cómo Messi o Ronaldo le dieron a una pelota para meterla en la portería, eso es lo que queremos ver. Hasta que un día llega la noticia: un familiar nuestro tiene cáncer. Es en ese momento, y sólo en ese momento, cuando se muestra un interés por la misma noticia que meses atrás nos había hecho cambiar de canal porque nos aburría, en ese momento sí queremos ciencia.
Hace unos días se me comentaba acerca del enfoque de mi blog, sólo ciencia, y se me recomendaba cambiar de tema para conseguir más visitas. Sin embargo, eso significa que lo estoy haciendo bien, porque fácilmente podría ponerme a criticar a políticos o contar cosas graciosas, que sin duda, como en el caso de los informativos, importan y atraen más a la mayoría de la sociedad. Pero ese no es el objetivo de este blog, no lucho por conseguir visitas, lucho porque ese 1% que al parecer la ciencia se merece en este país al menos sea todo lo correcto y lleno de juicio como sea posible.
Me gustaría recordar, para cerrar el tema, una triste realidad que se da en nuestra tierra consecuencia de este rechazo generalizado que recibe el campo científico: la conocida como “fuga de cerebros”. Científicos tras sus muchos años de carrera, másters y doctorados no son apreciados como deberían y abandonan este país para buscar alguno que sí que los quieran, valoren y recompensen su labor. Para no extenderme con este hecho (quizás tratado en un futuro post), les dejo con unas palabras de Albert Einstein muy relacionadas con el caso: "solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad de hacerlo y asegurarse de que se queden en el país. Las otras naciones se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, con minas, con una historia espléndida; pero probablemente no se queden ni con las mismas banderas, ni con las mismas fronteras. Y mucho menos con capacidad económica".
Termino esta entrada, dada su particular temática, dando las gracias a todos aquellos los que han decidido “no cambiar de canal” y leer hasta el final, demostrando que, aunque al 1%, hay algún tipo de aprecio.
"Biotecnología: la lucha contra el ¿bioqué?" es sin duda la mejor manera de describir este blog, en el que no sólo se llevará a cabo un acercamiento de la Biotecnología a una sociedad que, aun dependiente de ella y a menudo sin saberlo, la desconoce, sino también el desmentimiento de los muchos falsos mitos que circulan sobre ella.
- Biotecnología
- ¿Bioqué?
- Biotecnología
- ¿Bioqué?
- Biotecnología
domingo, 31 de octubre de 2010
lunes, 25 de octubre de 2010
Vida sin Fin...alidad
Conciencia, consciencia, y voluntad (creemos que libre) son algunos de los términos que se otorgan a principios en los que se basa la mente humana y por consiguiente todo lo que el hombre es. Intentamos adaptar la realidad que nos rodea en términos expresables a partir de estas bases inherentes a nuestra forma de pensamiento. Así es que, con mucha frecuencia, nos olvidamos de que esos aspectos son exclusivos “dones” de la especie humana y de que fuera de nuestro cerebro no existen tal y como las concebimos nosotros.
Un hombre come para no morirse de hambre, sin embargo, un perro no come para no morirse de hambre, sino que no se muere de hambre porque come. Es muy frecuente, incluso entre la comunidad científica (y confieso que yo en ocasiones conscientemente lo hago), adjudicar a lo vivo una voluntad, un fin. Pues bien, eso no es así, la vida carece de cualquier rasgo teleológico.
Los seres vivos no desarrollaron un sistema inmune para defenderse, sino que pudieron defenderse porque desarrollaron un sistema inmune. Los dinosaurios (aves) no desarrollaron plumas para poder volar, pudieron volar porque desarrollaron plumas. El hombre (homínido) no adoptó el bipedismo para obtener una serie de ventajas, obtuvo una serie de ventajas porque adoptó el bipedismo. Las especies no se reproducen para perpetuarse a lo largo del tiempo y el espacio, las especies se perpetúan en el tiempo y en el espacio porque se reproducen. El páncreas no segrega insulina para controlar la concentración de glucosa en sangre, la glucosa en sangre se controla porque el páncreas segrega insulina. Y así se podría seguir indefinidamente.
¿Por qué hacemos esto? Porque no somos conscientes de que la voluntad no existe más que en nuestra cabeza, y así deformamos la realidad para entenderla mejor o incluso para consolarnos y ocultarnos cuál es el verdadero modelador o “alfarero” de la vida: el azar.
A aquellos arraigados o un tanto indiferentes que se resisten a corregir su forma de pensar (o al menos de hablar) y prefieren continuar diciendo que la sangre tiene glóbulos rojos para transportar oxígeno en vez de decir que por la sangre se transporta oxígeno gracias a la existencia de los glóbulos rojos, les insto a que hagan ejercicio de reflexión y se darán cuenta de su error. Les pido revisen sus conocimientos acerca de las ciencias de la evolución, cómo una recombinación o mutación aleatoria en una célula originó una capacidad beneficiosa nueva que, al conferir ventaja sobre las que no la tenían, desembocó en el prevalecimiento de estas células y por tanto en la universalidad y consolidación de esta estructura o capacidad. No fue la célula la que pensó (como muchos sugieren por su forma de hablar): “voy a desarrollar esta capacidad PARA conseguir una ventaja porque me va a ir mucho mejor”. La vida funciona con el “porque”, no con el “para”.
Para terminar me gustaría dejarles reflexionando sobre nuestro caso especial y privilegiado: ¿escribo estas líneas para que ustedes las lean o ustedes las leen porque yo las he escrito? Parece que la teleología es, como tantas otras cosas, una realidad ideada por el hombre y, como tantas otras cosas, cuestión del tamaño (en este caso, del cerebro).
Un hombre come para no morirse de hambre, sin embargo, un perro no come para no morirse de hambre, sino que no se muere de hambre porque come. Es muy frecuente, incluso entre la comunidad científica (y confieso que yo en ocasiones conscientemente lo hago), adjudicar a lo vivo una voluntad, un fin. Pues bien, eso no es así, la vida carece de cualquier rasgo teleológico.
Los seres vivos no desarrollaron un sistema inmune para defenderse, sino que pudieron defenderse porque desarrollaron un sistema inmune. Los dinosaurios (aves) no desarrollaron plumas para poder volar, pudieron volar porque desarrollaron plumas. El hombre (homínido) no adoptó el bipedismo para obtener una serie de ventajas, obtuvo una serie de ventajas porque adoptó el bipedismo. Las especies no se reproducen para perpetuarse a lo largo del tiempo y el espacio, las especies se perpetúan en el tiempo y en el espacio porque se reproducen. El páncreas no segrega insulina para controlar la concentración de glucosa en sangre, la glucosa en sangre se controla porque el páncreas segrega insulina. Y así se podría seguir indefinidamente.
¿Por qué hacemos esto? Porque no somos conscientes de que la voluntad no existe más que en nuestra cabeza, y así deformamos la realidad para entenderla mejor o incluso para consolarnos y ocultarnos cuál es el verdadero modelador o “alfarero” de la vida: el azar.
A aquellos arraigados o un tanto indiferentes que se resisten a corregir su forma de pensar (o al menos de hablar) y prefieren continuar diciendo que la sangre tiene glóbulos rojos para transportar oxígeno en vez de decir que por la sangre se transporta oxígeno gracias a la existencia de los glóbulos rojos, les insto a que hagan ejercicio de reflexión y se darán cuenta de su error. Les pido revisen sus conocimientos acerca de las ciencias de la evolución, cómo una recombinación o mutación aleatoria en una célula originó una capacidad beneficiosa nueva que, al conferir ventaja sobre las que no la tenían, desembocó en el prevalecimiento de estas células y por tanto en la universalidad y consolidación de esta estructura o capacidad. No fue la célula la que pensó (como muchos sugieren por su forma de hablar): “voy a desarrollar esta capacidad PARA conseguir una ventaja porque me va a ir mucho mejor”. La vida funciona con el “porque”, no con el “para”.
Para terminar me gustaría dejarles reflexionando sobre nuestro caso especial y privilegiado: ¿escribo estas líneas para que ustedes las lean o ustedes las leen porque yo las he escrito? Parece que la teleología es, como tantas otras cosas, una realidad ideada por el hombre y, como tantas otras cosas, cuestión del tamaño (en este caso, del cerebro).
jueves, 21 de octubre de 2010
Mutaciones comestibles
Sin duda uno de los términos más frecuentemente empleados en lo que a mí me gusta denominar “la ciencia de la calle” (es decir, cómo una persona que no sabe qué es una célula le cuenta a otra que no sabe qué es el ADN cuáles son las causas del cáncer) es la palabra “mutación”. Y acto seguido, tal término provoca de forma generalizada una impresión negativa, se asocia de forma incorrecta mutación con “malo”. Esta entrada tiene como único objetivo romper una lanza a favor de tan maltratado significante, con la intención de mejorarlo en la medida de lo posible.
Que la Tierra es un entorno cambiante es mundialmente aceptado...y mundialmente importante. Este cambio constante, y en ocasiones repentino, dificulta la existencia de la vida; un entorno cambiante o capaz de cambiar priva a la vida de los que podría ser una cómoda estabilidad: el establecimiento de un organismo que optimice al máximo las posibilidades del entorno sería suficiente. Pero llega el cambio, y ese organismo deja de estar tan bien adaptado y muere. La vida no puede permitirse “estar parada”, necesita mecanismos para desarrollar una variedad biológica de forma que, ante un cambio, algunas de esas variedades sean capaces de sobrevivir.
¿Cómo se consigue la citada variabilidad biológica? Dos son los mecanismos principales (si bien no los únicos): la recombinación meiótica y la mutación. En términos simples y fácilmente entendibles, la recombinación meiótica “baraja” las cartas (material genético) que tenemos en nuestro mazo (genoma), mientras que la mutación “aporta” nuevas cartas a la baraja, de forma que la distintas combinaciones de cartas que podemos construir se ve aumentada, y así la diversidad biológica.
Por lo tanto, me gustaría que quedase el concepto claro y dejase de sufrir tan crueles acusaciones: una mutación es simplemente un cambio en el material genético, independientemente de que sea beneficioso o perjudicial para el organismo en particular que lo sufre. Sin embargo lo que sí está claro es que sin tal mecanismo la vida no sería posible y, de serlo, sería mucho más pobre. Para demostrar la magnitud de esta riqueza les dejo un ejemplo, por lo menos, curioso (razón del título de esta entrada): como parte de nuestra alimentación cotidiana encontramos con frecuencia distintos productos tales como la col verde, la berza, la coliflor, el repollo, las coles de Bruselas, el colirrábano y el brócoli. ¿Qué tienen en común?... o mejor planteado, ¿Qué no tienen en común? Pues en realidad, todas ellas son mutantes de una misma planta, Brassica oleracea, la cual, sufriendo distintas mutaciones, dio lugar a todas estas verduras.
No queda duda de que la mutación, aparte de otras muchas cosas, puede ser exquisita, sólo es cuestión de encontrar el mutante adecuado.
Que la Tierra es un entorno cambiante es mundialmente aceptado...y mundialmente importante. Este cambio constante, y en ocasiones repentino, dificulta la existencia de la vida; un entorno cambiante o capaz de cambiar priva a la vida de los que podría ser una cómoda estabilidad: el establecimiento de un organismo que optimice al máximo las posibilidades del entorno sería suficiente. Pero llega el cambio, y ese organismo deja de estar tan bien adaptado y muere. La vida no puede permitirse “estar parada”, necesita mecanismos para desarrollar una variedad biológica de forma que, ante un cambio, algunas de esas variedades sean capaces de sobrevivir.
¿Cómo se consigue la citada variabilidad biológica? Dos son los mecanismos principales (si bien no los únicos): la recombinación meiótica y la mutación. En términos simples y fácilmente entendibles, la recombinación meiótica “baraja” las cartas (material genético) que tenemos en nuestro mazo (genoma), mientras que la mutación “aporta” nuevas cartas a la baraja, de forma que la distintas combinaciones de cartas que podemos construir se ve aumentada, y así la diversidad biológica.
Por lo tanto, me gustaría que quedase el concepto claro y dejase de sufrir tan crueles acusaciones: una mutación es simplemente un cambio en el material genético, independientemente de que sea beneficioso o perjudicial para el organismo en particular que lo sufre. Sin embargo lo que sí está claro es que sin tal mecanismo la vida no sería posible y, de serlo, sería mucho más pobre. Para demostrar la magnitud de esta riqueza les dejo un ejemplo, por lo menos, curioso (razón del título de esta entrada): como parte de nuestra alimentación cotidiana encontramos con frecuencia distintos productos tales como la col verde, la berza, la coliflor, el repollo, las coles de Bruselas, el colirrábano y el brócoli. ¿Qué tienen en común?... o mejor planteado, ¿Qué no tienen en común? Pues en realidad, todas ellas son mutantes de una misma planta, Brassica oleracea, la cual, sufriendo distintas mutaciones, dio lugar a todas estas verduras.
No queda duda de que la mutación, aparte de otras muchas cosas, puede ser exquisita, sólo es cuestión de encontrar el mutante adecuado.
sábado, 16 de octubre de 2010
Un diabético contra los transgénicos
Mientras me encontraba realizando mi diaria revisión a las noticias de actualidad en este vasto campo, me topé con una de estas imágenes de un montón de gente con pancartas en protesta de “los malvados organismos transgénicos”, absolutamente perjudiciales y perniciosos para todo lo que la vida comporta. En ese momento no pude evitar pensar: ¿Será alguno de los manifestantes diabético? Y aunque no hay manera de obtener una respuesta, dada la incidencia de esta enfermedad en este país (ya por encima de los 2.500.000 habitantes) es muy probable que más de uno (o al menos familiares) lo fuera.
A todo aquel al que le parezca esta pregunta trivial procederé a despejar las dudas a la par que dar una muy mala noticia a los diabéticos o familiares de diabéticos en contra de los transgénicos: el 93% de la insulina producida actualmente es de origen transgénico. Esta hormona era tradicional y costosamente obtenida a partir del páncreas bovino o porcino. Sin embargo, en 1982, la insulina se convirtió en la primera molécula con fines terapéuticos producida mediante ingeniería genética (transgénesis), aumentándose y facilitándose enormemente su producción industrial.
¿Y a qué le deben los diabéticos la hormona que les permite mantener en niveles adecuados la glucosa en sangre? A un organismo transgénico: Escherichia coli, una bacteria Gram negativa modelo de estudios en procariotas, que es transformada con el transgén de la insulina humana. Y a pesar de ello, ¿cuántas veces hemos visto protestas en contra de la “insulina transgénica”? Un servidor, hasta la fecha, no ha visto tal cosa ocurrir. ¿Por qué? Porque apostaría que la mayoría de las personas no tiene ni remota idea de que lo que hay en sus jeringuillas es Biotecnología. Y por ello, esas mismas personas que se niegan a comer un alimento transgénico, se inyectan en sangre esta insulina transgénica (con lo peligroso y malos que dicen que son tales productos)…y siguen vivos, es más, les permite seguir vivos y seguir sujetando esas pancartas.
En cualquier caso, si este descubrimiento asquea a cualquier diabético, no está todo perdido, simplemente ha de ir buscando algún páncreas de cerdo.
A todo aquel al que le parezca esta pregunta trivial procederé a despejar las dudas a la par que dar una muy mala noticia a los diabéticos o familiares de diabéticos en contra de los transgénicos: el 93% de la insulina producida actualmente es de origen transgénico. Esta hormona era tradicional y costosamente obtenida a partir del páncreas bovino o porcino. Sin embargo, en 1982, la insulina se convirtió en la primera molécula con fines terapéuticos producida mediante ingeniería genética (transgénesis), aumentándose y facilitándose enormemente su producción industrial.
¿Y a qué le deben los diabéticos la hormona que les permite mantener en niveles adecuados la glucosa en sangre? A un organismo transgénico: Escherichia coli, una bacteria Gram negativa modelo de estudios en procariotas, que es transformada con el transgén de la insulina humana. Y a pesar de ello, ¿cuántas veces hemos visto protestas en contra de la “insulina transgénica”? Un servidor, hasta la fecha, no ha visto tal cosa ocurrir. ¿Por qué? Porque apostaría que la mayoría de las personas no tiene ni remota idea de que lo que hay en sus jeringuillas es Biotecnología. Y por ello, esas mismas personas que se niegan a comer un alimento transgénico, se inyectan en sangre esta insulina transgénica (con lo peligroso y malos que dicen que son tales productos)…y siguen vivos, es más, les permite seguir vivos y seguir sujetando esas pancartas.
En cualquier caso, si este descubrimiento asquea a cualquier diabético, no está todo perdido, simplemente ha de ir buscando algún páncreas de cerdo.
jueves, 14 de octubre de 2010
Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II
(Continuación de "Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I")
Este falso sentimiento acerca de lo que se cree es “lo natural” en términos biológicos, radica en un concepto erróneo del término “especie”. Tradicionalmente, se venía considerando una especie como el conjunto de individuos que podía reproducirse entre sí y tener descendencia fértil. Esta definición ha demostrado ser limitada, anticuada y, en ciertos casos, incorrecta. Una especie no es algo estanco, se trata simplemente de un conjunto de individuos que comparten un reservorio o conjunto de genes determinados. Y este reservorio es algo dinámico, en el que aparecen, desaparecen y se transfieren genes, tanto verticalmente (descendencia) como horizontalmente (entre individuos o especies), es decir, está dotado de una evolución consecuencia de una constante alteración genética en la que participa una transgénesis desde la aparición de la vida sobre este planeta. Esto significa que desde que aparecieron las primeras formas de vida, la transferencia de material genético entre ellas ha sido permanente, provocando cambios, mezcolanzas y divergencias durante millones de años, háblenme ahora sobre qué es natural, genuino e inalterado.
Para finalizar con este tema, me gustaría dar cuartel a los todavía arraigados (y yo diría ciegos) que sostiene que lo natural es lo que ocurre sin pasar por el laboratorio. Seamos menos estrictos con el significado de “natural” y aceptemos tal afirmación.
Lo más común es tachar los productos biotecnológicos de artificiales o antinaturales y rechazarlos para lanzarse sin reflexionar a lo más natural posible, con la menor intervención humana. De esta manera, consciente o inconsciente, se asocia “natural” con “bueno” y “modificado” con “malo”, ante lo cual me gustaría prevenir y acusar a este gente de falsos amantes de lo natural. Si tan bueno es lo natural yo les invito a que beban leche recién obtenida de la vaca, sin pasteurizar, que se coman un filete de ternera que no haya sido vacunada o que beban del agua que encuentren en una charca del campo, que son cosas de lo más natural pues evitan esa “malévola mano humana” tan ampliamente rechazada. Ya me imagino que recibiría tres rotundas negativas ¿Qué ha pasado con el ensalzamiento de lo natural? ¿Podría ser que lo natural no es tan bueno?
No contestaré a la anterior pregunta, se la dejo a ustedes, simplemente me limitaré a hacer una simple reflexión: al margen de propósitos “interesados” (que los hay), el hombre ha cambiado y cambia su entorno para su bien, para conseguir una vida mejor. En el ámbito biológico y, sobre todo, alimentario (que es de los que más críticas recibe), esos productos “artificiales” son tal cosa por y para nosotros y en muchos casos, no en todos, debemos alegrarnos de que, al ver un producto, comprobemos que el hombre ha ejercido una acción sobre él: podemos seguir con nuestras “incómodamente artificiales vidas”.
Este falso sentimiento acerca de lo que se cree es “lo natural” en términos biológicos, radica en un concepto erróneo del término “especie”. Tradicionalmente, se venía considerando una especie como el conjunto de individuos que podía reproducirse entre sí y tener descendencia fértil. Esta definición ha demostrado ser limitada, anticuada y, en ciertos casos, incorrecta. Una especie no es algo estanco, se trata simplemente de un conjunto de individuos que comparten un reservorio o conjunto de genes determinados. Y este reservorio es algo dinámico, en el que aparecen, desaparecen y se transfieren genes, tanto verticalmente (descendencia) como horizontalmente (entre individuos o especies), es decir, está dotado de una evolución consecuencia de una constante alteración genética en la que participa una transgénesis desde la aparición de la vida sobre este planeta. Esto significa que desde que aparecieron las primeras formas de vida, la transferencia de material genético entre ellas ha sido permanente, provocando cambios, mezcolanzas y divergencias durante millones de años, háblenme ahora sobre qué es natural, genuino e inalterado.
Para finalizar con este tema, me gustaría dar cuartel a los todavía arraigados (y yo diría ciegos) que sostiene que lo natural es lo que ocurre sin pasar por el laboratorio. Seamos menos estrictos con el significado de “natural” y aceptemos tal afirmación.
Lo más común es tachar los productos biotecnológicos de artificiales o antinaturales y rechazarlos para lanzarse sin reflexionar a lo más natural posible, con la menor intervención humana. De esta manera, consciente o inconsciente, se asocia “natural” con “bueno” y “modificado” con “malo”, ante lo cual me gustaría prevenir y acusar a este gente de falsos amantes de lo natural. Si tan bueno es lo natural yo les invito a que beban leche recién obtenida de la vaca, sin pasteurizar, que se coman un filete de ternera que no haya sido vacunada o que beban del agua que encuentren en una charca del campo, que son cosas de lo más natural pues evitan esa “malévola mano humana” tan ampliamente rechazada. Ya me imagino que recibiría tres rotundas negativas ¿Qué ha pasado con el ensalzamiento de lo natural? ¿Podría ser que lo natural no es tan bueno?
No contestaré a la anterior pregunta, se la dejo a ustedes, simplemente me limitaré a hacer una simple reflexión: al margen de propósitos “interesados” (que los hay), el hombre ha cambiado y cambia su entorno para su bien, para conseguir una vida mejor. En el ámbito biológico y, sobre todo, alimentario (que es de los que más críticas recibe), esos productos “artificiales” son tal cosa por y para nosotros y en muchos casos, no en todos, debemos alegrarnos de que, al ver un producto, comprobemos que el hombre ha ejercido una acción sobre él: podemos seguir con nuestras “incómodamente artificiales vidas”.
Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte I
No pocas veces he escuchado “eso no es natural” refiriéndose a algún aspecto de la Biotecnología y muy especialmente en lo que a transgénesis se refiere. En un primer momento pienso de forma condescendiente y lo achaco a la ingenuidad, hasta que escucho la segunda parte: “lo natural es lo que no ha sido manipulado por el hombre”. En ese momento, veo que no es ingenuidad lo que subyace a la gran mayoría de nuestra sociedad (especialmente la no muy familiar con el campo biológico), sino ignorancia. Permítanme ponerles un ejemplo para que no haya duda alguna sobre lo que quiero decir:
Como bien es sabido, España es la “despensa” de maíz transgénico de Europa, un maíz que recibe el apodo de “Bt” consecuencia del transgén del que es portador (el gen de la toxina “Bt”, del cual hablaremos en posteriores entradas). Frente a este cereal, encontramos el trigo de panadería de toda la vida (Triticum aestivum) al que nadie duda en ponerle la etiqueta de “natural”. ¿Natural? Si toda la gente que hace tal afirmación echara un vistazo al genoma del trigo muy probablemente se llevaría las manos a la cabeza: encontraría 3 genomas distintos (formando parte de un único gran genoma, evidentemente). ¿Qué significa esto? Que lo que hoy es nuestro trigo “natural” en su día fueron 3 especies de trigos totalmente distintas… hasta que apareció el hombre. No entraré en detalles sobre el proceso y las especies implicadas dado que esto no es una lección de Biología Molecular, pero el cultivo de una de las especies ancestrales (9.000 a.C. aproximadamente), y por tanto su expansión y colonización de nuevos ambientes en detrimento de ciertas especies autóctonas de tales zonas, provocó su contacto y posterior fusión con otras especies con las que “no era natural” que estuviera en contacto, dando lugar hace algo más de 2.000 años a nuestro trigo. De este modo, se llama “natural” a una planta resultado de la fusión de 3 especies distintas pero se pone el grito en el cielo cuando lo que cambia es un único gen; es, por lo menos y por desgracia, cómico.
La moraleja de esta historia es la que sigue y ya comenté en la entrada “¿Qué es la Biotecnología?”: desde que el hombre existe ha modificado su entorno con las herramientas de que ha dispuesto en función de la época, y eso incluye los seres vivos. Esto significa que, de una u otra manera, más directa o indirectamente, nos demos o no cuenta, los seres vivos que nos rodean llevan siendo modificados por nosotros desde hace más de 9.000 años. Espero que ahora me entiendan cuando, párrafo atrás, tachaba de ignorante la afirmación “lo natural es lo que no ha sido manipulado por el hombre”, pues esta afirmación condena a la trivialidad y a la posterior desaparición a la misma palabra y, de hecho, de ser esa su definición, podría dudarse de la existencia de “lo natural” en lo que a lo biológico se refiere.
(Continuación en "Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II")
Como bien es sabido, España es la “despensa” de maíz transgénico de Europa, un maíz que recibe el apodo de “Bt” consecuencia del transgén del que es portador (el gen de la toxina “Bt”, del cual hablaremos en posteriores entradas). Frente a este cereal, encontramos el trigo de panadería de toda la vida (Triticum aestivum) al que nadie duda en ponerle la etiqueta de “natural”. ¿Natural? Si toda la gente que hace tal afirmación echara un vistazo al genoma del trigo muy probablemente se llevaría las manos a la cabeza: encontraría 3 genomas distintos (formando parte de un único gran genoma, evidentemente). ¿Qué significa esto? Que lo que hoy es nuestro trigo “natural” en su día fueron 3 especies de trigos totalmente distintas… hasta que apareció el hombre. No entraré en detalles sobre el proceso y las especies implicadas dado que esto no es una lección de Biología Molecular, pero el cultivo de una de las especies ancestrales (9.000 a.C. aproximadamente), y por tanto su expansión y colonización de nuevos ambientes en detrimento de ciertas especies autóctonas de tales zonas, provocó su contacto y posterior fusión con otras especies con las que “no era natural” que estuviera en contacto, dando lugar hace algo más de 2.000 años a nuestro trigo. De este modo, se llama “natural” a una planta resultado de la fusión de 3 especies distintas pero se pone el grito en el cielo cuando lo que cambia es un único gen; es, por lo menos y por desgracia, cómico.
La moraleja de esta historia es la que sigue y ya comenté en la entrada “¿Qué es la Biotecnología?”: desde que el hombre existe ha modificado su entorno con las herramientas de que ha dispuesto en función de la época, y eso incluye los seres vivos. Esto significa que, de una u otra manera, más directa o indirectamente, nos demos o no cuenta, los seres vivos que nos rodean llevan siendo modificados por nosotros desde hace más de 9.000 años. Espero que ahora me entiendan cuando, párrafo atrás, tachaba de ignorante la afirmación “lo natural es lo que no ha sido manipulado por el hombre”, pues esta afirmación condena a la trivialidad y a la posterior desaparición a la misma palabra y, de hecho, de ser esa su definición, podría dudarse de la existencia de “lo natural” en lo que a lo biológico se refiere.
(Continuación en "Natural, Artificial y Biotecnológico. Parte II")
martes, 12 de octubre de 2010
¿Qué es la Biotecnología?
Para empezar por el principio, no estaría de más saber de qué estamos hablando cuando ponemos en nuestra boca la palabra "biotecnología", y quizás sea la más perezosa la mejor definición que pueda darse: la tecnología de la vida.
Desde que el hombre es hombre se ha caracterizado por la manipulación de su entorno, somos la única especie sobre este planeta que no se adapta al medio, adapta el medio a ella, si bien esto podría interpretarse como una manera de hacer lo primero. La cuestión es que, al igual que huesos, rocas, maderas, metales fueron y son, como parte del entorno, modificados por los hombres para conseguir algún tipo de beneficio, los seres vivos son también parte del mismo entorno, y por lo tanto también susceptibles de uso y/o modificación por parte del ser humano, lo cual (muy al contrario de lo que pueda pensarse) fue descubierto muy tempranamente en nuestra escueta historia como especie.
De este modo, la Biotecnología no es más que la aplicación de un conjunto de tecnicas a los organismos vivos u orgánicos o estructuras derivadas de estos con objeto de producir algún tipo de beneficio. Atendiendo a esta definición, salta a la vista el gran abanico de aplicaciones que tiene esta ciencia: desde la fabricación del pan o cerveza hasta la clonación y creación de plantas transgénicas pasando por una amplísima variedad (que serán tratadas en otras entradas) de otros campos.
Así pues, muy en contra de lo que opina una gran mayoría en cuanto escucha la palabra "biotecnología", ésta ya nació cuando allá en el Neolítico (7.000-4.000 a.C.) el hombré comenzó a domesticar animales y a cultivar vegetales, desechando las variedades, estirpes o individuos de menor interés y favoreciendo el desarrollo de aquellos más beneficiosos: el hombre había empezado a influir y a cambiar (de forma más determinante de lo que se cree) la vida, había surgido la Biotecnología.
Por lo tanto, me gustaría instar a los lectores de este post a que reflexionasen sobre qué entienden ellos por Biotecnología, a que se olviden de los muy posibles prejuicios adquiridos a raíz del tan crítico uso que ciertas fuentes y organizaciones hacen de la Ingeniería Genética (que no debe nunca confundirse con Biotecnología pues la primera sólo es una herramienta para alcanzar la segunda) y a que piensen que dicha ciencia ha acompañado al hombre desde muy poco después de su nacimiento y que forma parte de nuestras vidas de manera indisoluble, nunca mejor dicho "es el pan nuestro de cada día."
Desde que el hombre es hombre se ha caracterizado por la manipulación de su entorno, somos la única especie sobre este planeta que no se adapta al medio, adapta el medio a ella, si bien esto podría interpretarse como una manera de hacer lo primero. La cuestión es que, al igual que huesos, rocas, maderas, metales fueron y son, como parte del entorno, modificados por los hombres para conseguir algún tipo de beneficio, los seres vivos son también parte del mismo entorno, y por lo tanto también susceptibles de uso y/o modificación por parte del ser humano, lo cual (muy al contrario de lo que pueda pensarse) fue descubierto muy tempranamente en nuestra escueta historia como especie.
De este modo, la Biotecnología no es más que la aplicación de un conjunto de tecnicas a los organismos vivos u orgánicos o estructuras derivadas de estos con objeto de producir algún tipo de beneficio. Atendiendo a esta definición, salta a la vista el gran abanico de aplicaciones que tiene esta ciencia: desde la fabricación del pan o cerveza hasta la clonación y creación de plantas transgénicas pasando por una amplísima variedad (que serán tratadas en otras entradas) de otros campos.
Así pues, muy en contra de lo que opina una gran mayoría en cuanto escucha la palabra "biotecnología", ésta ya nació cuando allá en el Neolítico (7.000-4.000 a.C.) el hombré comenzó a domesticar animales y a cultivar vegetales, desechando las variedades, estirpes o individuos de menor interés y favoreciendo el desarrollo de aquellos más beneficiosos: el hombre había empezado a influir y a cambiar (de forma más determinante de lo que se cree) la vida, había surgido la Biotecnología.
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