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martes, 14 de diciembre de 2010

Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte II

 (Continuación de Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte I)

¿Por qué ocurre todo esto? Porque del hispanohablante medio puede decirse, grosso modo, que hoy actúa como traductor, pero como una especie peculiar de traductor: el que no traduce. La cuestión es, siendo este el retazo de ciencia de esta entrada, que algo semejante ocurre con el especialista. Nos guste o no, lo cierto es que hoy el lenguaje científico en español es en buena medida el resultado de un proceso de traducción a partir del inglés.

No obstante, lo que aquí me gustaría denunciar es que muchos de los extranjerismos que se asientan finalmente en la lengua tienen su origen, simplemente, en malas traducciones. En realidad, todo extranjerismo es el resultado de una traducción fallida, por error o por omisión, con intención o sin ella. Es cierto que a veces la mejor o la única solución es utilizar un préstamo o calco, lo que parece más discutible es la tendencia excesiva que se observa a valernos de dichos argumentos para sustentar la previsible conclusión de que está justificado aceptar el anglicismo. Esto no es así pues parece que el mero hecho de que muchos hablantes usen ya un extranjerismo impide usar el equivalente autóctono. Ante esto habría que recordar que, por muy implantado que esté el extranjerismo, muchas veces es técnicamente correcto emplear el sinónimo nativo.

¿Qué revela esta situación? Ni más ni menos una gran falta de confianza en la capacidad de los hablantes para generar lengua de manera autónoma. Incluso cuando hoy se crea un organismo internacional en inglés, una “authority” o “agency”, por ejemplo, se tiende al calco: autoridad, agencia, por temor a que una denominación más “castiza” (organismo, junta, oficina, etc.) no “prolifere”.

Y así, seguimos bebiendo de la vitalidad de otra lengua sin dar muestra alguna de la  creatividad léxica del español, entregándonos por completo al influjo del inglés. De este modo, la fascinación por el prestigio del inglés nos conduce el desinterés por la propia lengua y la caída de ésta en el desprestigio.

Me gustaría terminar aclarando que no tengo nada en contra de la lengua inglesa, de hecho, por motivos tanto personales como profesionales es posible que haga tanto uso de ella como del castellano. No estoy criticando el uso de la lengua inglesa, estoy criticando del uso que de ella se hace para destruir la nuestra propia. Sólo los hablantes que conozcan ambas lenguas podrán hablar inglés O castellano, mientras que la inmensa mayoría, desconocedores tanto de la extranjera como de la suya propia, no hablarán ni la una ni la otra, sino una mezcla sin razón de ser.



Para lectura adicional:
Interferencia lingüística y traducción
¿Pierde el traductor su papel o ha perdido los papeles?*
Fco. Javier Muñoz Martín y María Valdivieso Blanco**

Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte I

En esta ocasión, nos alejaremos ligeramente de los temas “bio” tratados en este blog para discutir un problema que atañe no solo a las ciencias biológicas, si bien en ellas alcanza niveles escandalosos, sino a la ciencia en general e incluso más ampliamente a todo hispanohablante. Este problema no es otro que el maltrato del que la lengua castellana es actualmente objeto, por parte de la gran mayoría de los usuarios de la misma, en favor de la “lengua universal”: el inglés.

Salta a la vista que una de las manifestaciones inmediatas de la actual hegemonía política, económica, técnica y cultural del mundo anglosajón o, mejor dicho, de Estados Unidos como gran potencia mundial es la creciente y polifacética presencia del inglés en las sociedades no anglófonas.

¿Y a qué se debe esta “permeabilidad” de los no angloparlantes? Sin duda no podría darse un único motivo, pues se trata de un conjunto de factores, pero uno de ellos, quizás el principal, es la asociación de la “cultura” norteamericana a valores positivos como modernidad, futuro, progreso, innovación o éxito. Por supuesto, hay que tener además en cuenta que la hegemonía de la lengua inglesa se produce en un mundo en el que se incrementan las relaciones entre sociedades, culturas y países en un grado hasta ahora desconocido.

Como resultado inmediato de todo ello, cae sobre el español (como sobre muchas otras lenguas) un alud de anglicismos de todo tipo. Y los propios hablantes en general, sean o no doctos en inglés, están sujetos a esta influencia a través de innumerables canales.

Así la sociedad se va acostumbrando a oír, leer, hablar y escribir cada vez más en inglés, lo cual sería positivo si con ello no se convirtiera (y se puede) el castellano en poco más que un derivado anglicado. Este problema aparece cuando una gran mayoría de hispanohablantes, consciente y/o inconscientemente, difunde de forma injustificada (principalmente por ignorancia) la lengua o terminología inglesa y prescinde sin empacho, y hasta con orgullo de la suya propia, dejando al castellano totalmente impregnado de anglicismos, hasta un punto para muchos insospechado.

Y de esta forma, el mismo hablante que rechaza una incorrección intralingüística, por ejemplo, un vulgarismo como “me se ha caído”, admitirá sin dificultad llamar “bullying” o “mobbing” a ciertas formas de acoso y “espónsor” a un patrocinador y preferirá hablar de la “America’s Cup” en lugar de la Copa del América o de “holding” en vez de asociación de empresas, o de” handicap” en vez de obstáculo o desventaja.


(Continuación en Inglés: invadidos por el caballo de Troya. Parte II)


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Juventud inducida

La eterna juventud, ideal que siempre ha obsesionado al hombre, podría no ser tan quimérico como en principio cabría esperar. Hace unos días se publicaba que un equipo de científicos ha conseguido dar “marcha atrás” a la degeneración consecuencia del envejecimiento en tejido de ratón. Aunque por desgracia en el artículo no se pormenorizan los detalles del trabajo, parece estar basado en la activación de la enzima denominada “telomerasa”.

Cuando una célula se divide ha de duplicar su ADN y, como es comúnmente conocido, en células eucariotas el ADN se encuentra en forma lineal componiendo los cromosomas. Pues bien, en cada división o duplicación de ADN, por motivos que no comentaré en este post, el extremo de los cromosomas no puede ser replicado, faltándole al nuevo cromosoma un fragmento que el “original” sí tenía. Esto significa que, con cada división de la célula, sus cromosomas se van acortando, hasta que se pierde información (ADN) vital para la supervivencia celular y ésta muere. Es decir, en principio, una misma célula sólo puede dividirse un número limitado de veces.

Aquí es donde entra en juego la telomerasa, la cual es en realidad una ribonucleoproteína, es decir, un complejo formado por proteínas y ARN que en este caso posee actividad catalítica, sin embargo la denominaremos “enzima” por comodidad. Pues bien, esta enzima, que no se encuentra en células somáticas “normales”, es capaz de “rellenar” ese hueco de los nuevos cromosomas que se van formando, no perdiendo éstos por lo tanto información con respecto al “original”. De esta forma, una célula con este enzima tiene la capacidad de dividirse de forma indefinida.


Los científicos responsables del descubrimiento afirman que la activación de este enzima regenera la funcionalidad de tejidos degenerados a causa de la edad, y ahí se centra su trabajo, cuyo resultado, como ellos mismos afirman, es incierto aunque de momento hayan conseguido restaurar la juventud fisiológica.

Me gustaría hacer el inciso de que este enzima está activa de forma natural en células embrionarias, pues de su división se han de originar el resto de tejidos, por lo que no pueden tener un “número límite” de divisiones. No obstante, y he aquí lo peligroso, este enzima también se encuentra invariablemente presente en células cancerosas. De hecho, sin esta enzima, en principio, no existiría el cáncer, pues cuando una célula se volviese cancerosa su limitado número de divisiones le impediría formar el tumor. Por lo tanto, ha de valorarse el trabajo de estos investigadores dado que “jugar” con este enzima no sólo te puede llevar a la “juventud”, sino a una proliferación neoplásica descontrolada.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Ha elegido usted: Bioetanol

Eso es lo que puede que oigamos en un futuro no muy lejano cuando paremos en una gasolinera. Dada la preocupante situación (tanto económica, política y medioambiental) a la que parecen estar arrastrándonos los combustibles fósiles, en este post trataré de dar a conocer, aunque sea de forma superficial, una de las más importantes formas de biocombustible: el bioetanol.

En términos simples, los biocombustibles son aquellos que se obtienen a partir de biomasa, es decir, la materia que compone a los seres vivos, a partir de una serie de procesos biotecnológicos específicos en función del producto que se desea obtener. Junto con el biodiésel, el bioetanol es el más importante de entre los biocombustibles líquidos, sin embargo hay otras formas de biocombustibles tales como la biomasa sólida y los biogases.

¿De dónde se extrae el bioetanol? Potencialmente, de toda biomasa que contenga glucosa u otros azúcares fermentables. Dado este requerimiento, las principales fuentes de bioetanol son el azúcar de caña o remolacha (sacarosa), cereales y tubérculos (almidón) y madera y residuos agrícolas (lignocelulosa). Los azúcares fermentables que se encuentran en estas sustancias son convertidos en alcohol mediante un proceso de fermentación alcohólica llevado a cabo por ciertas bacterias y/o levaduras. Finalmente, el alcohol es deshidratado y “desnaturalizado” para darle las características necesarias para la que será su función: ser un biocombustible.


Cuando uno explica este tipo de cosas acerca de sustituir el petróleo por productos derivados de los seres vivos, una amplia mayoría viaja a sociedades futuras donde sólo entonces cree que tal cosa es factible. La respuesta es para muchos chocante: no hay que mirar hacia delante, sino hacia atrás, nos vamos a Brasil.

A pesar de que por muchos es considerado un país poco puntero en lo que a términos (bio)tecnológicos se refiere, en los años 30 (sí, 1930) se registra en Brasil el primer uso de bioetanol (a partir de azúcar de caña) como combustible. Gracias al apoyo que ha recibido esta industria desde el momento de su aparición, se calcula que dicho país ha conseguido reducir su  dependencia del petróleo desde el 85% al 10% en aproximadamente 30 años. Se estima que tras estas décadas de desarrollo 9 millones de vehículos llevan gasolina con un 20-22% de bioetanol, 5 millones emplean bioetanol puro y todos los vehículos nuevos llevan motores mixtos.

No obstante, desde el año 2005, el mayor productor de bioetanol es el omnipresente Estados Unidos. En este país la principal fuente del biocombustible es el maíz (actualmente algo menos rentable que el azúcar de caña) y se emplea mezclado con combustibles fósiles. Esto es lo que se conoce como "gasohol": gasolina con hasta un 10% de bioetanol.

¿Y qué hay de nosotros? Nosotros también producimos este biocombustible en principalmente cuatro puntos de la península: Cartagena, Texeira (La Coruña), Babilafuente (Salamanca) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real).

Aunque no trataré el tema en esta entrada para no extenderme demasiado, es cierto que la producción de biocombustibles aún tiene una amplia capacidad de mejora y una serie de asignaturas pendientes relacionadas con la productividad, lo que muchas veces hace a esta industria dependiente de subvenciones. ¿Se podrían haber solucionado esos problemas hace años? En mi humilde opinión, sin lugar a dudas, sin embargo no olvidemos quién sería la gran perjudicada si esta tecnología fuese todo lo exitosa que puede ser: la industria de los combustibles fósiles, a la cual no le falta poder para apagar el sol que ilumina las plantas del bioetanol.